Ir a la Portada

 

 

Presentación

Claves del Arte de Nuestra América. Documentos inaugurales, editado a fines de la década del ochenta, constituyó un esfuerzo de la Dirección de Artes Plásticas de la Casa de las Américas por redimir, la historia fundacional de las vanguardias artísticas de América Latina.

Este espacio de ArteAmérica.cu pretende convertirse en una fuente obligatoria de consulta para aquellos especialistas que llevan a cabo indagaciones en torno al nacimiento, función y vigencia de los grandes movimientos artísticos que se produjeron a principios del siglo xx en nuestras regiones, en los que se verifica la voluntad por validar una imagen propia e identitaria.

Diversos han sido los caminos recorridos por el Arte de América Latina y el Caribe durante el pasado siglo XX, diversas también las poéticas y maneras de hacer de los protagonistas de esa épica, que asumieron de manera consciente los nuevos lenguajes de las vanguardias europeas, con una posición crítica ante la fuente, y en defensa de lo autóctono.

Sirvan pues las páginas de Arteamérica.cu para rescatar en este otro soporte, el legajo de una generación que trascendió fronteras y universalizó el arte de nuestros países.


Tres llamamientos de orientación actual a los pintores y escultores de la nueva generación americana

I. Influencias perjudiciales y nuevas tendencias

Nuestra labor, en su mayor parte, es extemporánea y se desarrolla incoherentemente sin producir casi nada perdurable que responda al vigor de nuestras grandes facultades raciales.

Apartados como estamos de las nuevas tendencias de sólida orientación, a las que prejuiciosamente recibimos con hostilidad, adoptamos de Europa únicamente las influencias fofas  que envenenan nuestra juventud ocultándonos los valores primordiales: la anemia de Aubrey Beardsley, el preciosismo de Amán Jean, el arcaísmo funesto de Ignacio Zuloaga, los fuegos artificiales de Anglada Camarassa, los caramelos escultóricos de Bistofi, Queralt, Benlliure,etc., todo ese artnouveau comerciable, peligrosamente insinuante por su camouflage y que tan espléndido mercado tiene entre nosotros(muy especialmente el importado de España).

De principios del SXIX a nuestros días, las manifestaciones plásticas de España relevan una marcada decadencia; las últimas exposiciones colectivas de Madrid, a las que concurrieron las fuerzas representativas del arte contemporáneo, llenan el corazón de desencanto; arte literario tradicional, arte teatral a manera zarzuela folklorista que por afinidad de raza nos ha contagiado terriblemente. Sunyer, Picasso y Juan Gris, tres españoles de genio y de su época, hace muchos años que tendieron ávidamente los brazos a Cezanne y oyeron la voz cascada de Renoir.

Felizmente surge en España un grupo de  pintores y escultores que sienten la inquietud del momento, inquieren, se libertan del peso enorme de su gran tradición y se universalizan; grupo formado en su mayor parte por catalanes.

Razonadamente acojamos todas las inquietudes espirituales de renovación nacidas de Pablo Cezanne a nuestros días: la vigorización sustancial del impresionismo, el cubismo depurador por reductivo en sus diferentes ramificaciones, el futurismo que aportaba nuevas fuerzas emotivas (no el que intentaba aplastar ingenuidad el anterior proceso invulnerable), la novísima labor revaloradora de “voces clásicas” (Dadá aún está en gestación); verdades afluentes al gran caudal, cuyos múltiples aspectos psíquicos encontraremos fácilmente dentro de nosotros mismos; teorías preparatorias más o menos abundantes en  elementos fundamentales, que han devuelto a la pintura y a la escultura su natural finalidad plástica, enriqueciéndola con nuevos factores admirables.

Cómo principio ineludible en la cimentación  de nuestro arte, reintegremos  a la pintura y a la escultura sus valores desaparecidos, aportándole a la vez nuevos valores! ¡Como los clásicos, realicemos nuestra obra dentro de las leyes inviolables del equilibrio estético! ; como ellos, seamos hábiles obreros; volvamos a los antiguos en su base constructiva, en su gran sinceridad, pero no recurramos a  “motivos” arcaicos que nos serán exóticos; ¡vivamos nuestras maravillas época dinámica!, amemos la mecánica moderna que nos pone en contacto con emociones plásticas inesperadas; los aspectos actuales de nuestra vida diaria, la vida de nuestras ciudades en construcción; diaria, la vida de nuestras ciudades en construcción; la ingeniería sobria y práctica de nuestros edificios modernos, desprovistos de complicaciones arquitectónicas ( moles inmensas de hierro y cemento clavadas en la tierra); los muebles y utensilios confortables ( materia plástica de  primer orden. Cubramos lo

humano-invulnerable con ropajes  modernos: “sujetos nuevos”, “aspectos nuevos“. ¡Debemos, ante todo, tener el firme convencimiento de que el arte del futuro tiene que ser, a pesar de sus naturales decadencias transitorias, ascendentemente superior!

II. Preponderancia del espíritu constructivo sobre el espíritu decorativo o analítico

Dibujamos siluetas con bonitos colores; al modelar nos interesamos por arabescos epidérmicos y olvidamos de concebir las grandes masas primarias: cubos, conos, esferas, cilindros, pirámides, que deben ser el esqueleto de toda arquitectura plástica. Sobrepongamos, los pintores, el espíritu constructivo al espíritu únicamente decorativo; el color y la línea son elementos expresivos de segundo orden, lo fundamental, la base de la obra de arte, es la magnífica estructura  geometral de la forma  con la concepción, engranaje y materialización arquitectural de los volúmenes y la perspectiva de los mismos, que haciendo “términos” crean la profundidad del “ambiente”; “crear volúmenes en el espacio”. Según nuestra objetividad dinámica o estática, seamos ante todo constructores, amasemos y plantemos sólidamente nuestra propia conmoción ante la naturaleza con su espejo minucioso a la verdad.

Especifiquemos particularizando sin ambigüedad la “calidad” orgánica de los “elementos plásticos” agrupados en nuestra obra: creando materia consistente o frágil, áspera o tersa, opaca o transparente, etc., y su peso determinado.

La comprensión del admirable fondo humano del “arte negro” y del arte “primitivo” en general, dio clara y profunda orientación a las artes plásticas perdidas cuatro siglos atrás en una senda opaca de desacierto; acerquémonos por nuestra parte a las obras de los antiguos pobladores de nuestros valles, los pintores y escultores indios ( mayas, aztecas, incas, etc. ), nuestra proximidad climatólogica con ellos nos dará la asimilación del vigor constructivo de sus obras, en las que existe un claro conocimiento elemental de la naturaleza, que nos puede servir de punto de partida. Adoptemos sé energía sintética, sin llegar, naturalmente, a las lamentables reconstrucciones arqueológicas (“indianismo”, “primitivismo”, “americanismo”), tan que de moda entre nosotros y que no están llevando a estilizaciones de la vida efímera.

Sobre su armazón consistente, caricaturemos, si es preciso, para humanizar.

Las teorías cuya finalidad plástica es “pintar la luz” (“iluminismo”, “puntillismo”, “divisionismo”), es decir, copiar simplemente o interpretar analíticamente el ambiente luminoso, carecen de fuerte idealidad creadora, única objetividad del arte; abandonadas teorías pueriles que de algunos años a esta parte hemos acogido frenéticamente en América, ramas enfermas del “impresionismo”, árbol podado  por Pablo Cesanne, el  restaurador de lo esencial: Hay que hacer del impresionismo algo definitivo como la pintura de los museos”. 

III. Abandonemos los motivos literarios, ¡hagamos plástica pura!

Desechemos las teorías basadas en la relatividad del “arte nacional”,

¡Universalicemos!, que nuestra natural fisonomía racional y local aparecerá en nuestra obra, inevitablemente.

Nuestras escuelas libres son academias al aire libre ( peligrosas como las academias oficiales en las que al menos conocemos a los clásicos), colectividades en las que hay maestros que hacen negocio y se impone un criterio flaco, que mata las personalidades incipientes.

No escuchemos el dictado crítico de nuestros poetas; producen bellísimos artículos literarios distanciados por completo del valor real de nuestras obras.

David Alfaro Siqueiros

Barcelona, España, mayo 1921