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A partir del tema de reflexión convocado por Arteamérica en su Dossier, Los Estudios Latinoamericanos y Caribeños, el destacado escritor y pensador cubano Roberto Fernández Retamar, Presidente de Casa de las Américas, conversó con nosotros acerca de Caliban y la tradición del pensamiento latinoamericano y caribeño como referente en las actuales luchas de la región. Nahela Hechavarría: El desarrollo de un pensamiento autóctono desde el
siglo XIX y a lo largo del XX en Latinoamérica se caracterizó por un
fuerte trabajo escritural, cuya
actitud revisionista cuestionó el alcance, redefinición y trascendencia
de la cultura al sur del Río Bravo. ¿Qué opinión le merece la emergencia
de una vanguardia literario-artística y política en las décadas de 1920
y 1930 como momento climático en cuanto a lo que
aportó al pensamiento universal y en lo que lega como herencia
cultural al siglo XXI? ¿Cómo Caliban deviene parte de esa herencia? Roberto Fernández Retamar: Creo
que en nuestra América la emergencia de una vanguardia política, literaria
y artística ocurrió sobre todo en la década de 1920. En cuanto a la
poesía, se adelantó en la obra del chileno Vicente Huidobro. En la plástica,
su mayor realización fue la pintura mural mexicana, consecuencia feliz
de Políticamente, lo más original
de la década de 1920 se produjo bajo la influencia de N.H: Que los llamados Estudios Latinoamericanos y Caribeños entrecruzan sus
caminos con la crítica literaria y cultural –de la mano, en muchas ocasiones,
de escritores y filósofos– es una realidad. A través de Caliban y sus
sucesivas revisitaciones a este “concepto-metáfora”, se crea una genealogía
en la que convergen figuras como Martí, Rodó, Ortiz, Reyes, Mariátegui,
Martínez Estrada, Mella, Fidel, el Che: lo más avanzado e ilustrativo
del pensamiento latinoamericano de los siglos XIX y XX, con sus contribuciones
y limitantes. ¿Cómo lograr la identificación y el reconocimiento de
las jóvenes generaciones y amplias capas de las sociedades latinoamericanas
con/de esta herencia intelectual, y evitar se convierta en exclusividad
de sectores específicos o quede confinada a círculos académicos? R.F.R: La pregunta apunta al
hecho capital de que un pensamiento requiere ser asumido por las masas,
o de lo contrario queda enjaulado en “sectores específicos” o “círculos
académicos”. Por ejemplo, Martí, la figura cultural mayor de nuestra
América, logró ser patrimonio de nuestro pueblo: es decir, su obra salió
del coto cerrado de los intelectuales para ser asumida por las grandes
mayorías. ¿Seremos capaces de que otro tanto ocurra con muchas producciones
culturales, o las dejaremos enjauladas en “sectores específicos” y “círculos
académicos”? N.H: Nuestro país, pese a su constante proyección continental, debería sistematizar
el estudio de estos pensadores, pues, salvo en las carreras de humanidades, no
se hace mayor hincapié en esta tradición, y muchas veces se limita a
realizar un análisis histórico que no dialoga con el contexto cultural-literario.
¿En qué medida otros medios como la televisión (Telesur a la cabeza)
o Internet podrían lograr un mayor impacto social, en lo que se refiere
a la transmisión de este ideario? R.F.R: Estoy de acuerdo con
que en nuestro país debe sistematizarse el estudio de los pensadores
citados. Y no sólo de ellos, sino también de las circunstancias en que
vivieron. En el propio año 1959 publiqué en el periódico Revolución
un artículo llamado “¿Va a enseñarse la historia de N.H: Antes de que se denominaran “Estudios Latinoamericanos y Caribeños”,
“Crítica Cultural”, “Estudios Culturales”, “Estudios (Post) coloniales
o Subalternos”, a ese vasto espectro de preocupantes contemporáneas,
y otras relativas a la historia de nuestras naciones, considero que
había una voluntad mucho más creativa en los autores, el texto devenía
matriz, campo experimental desde el que librar batallas, defender apasionadamente
puntos de vista so pena de incomprensiones y detractores. A veces en
circunstancias no menos difíciles, como en el caso de Caliban, era apreciable
una mayor libertad en el discurso que, pese a su fuerte impronta teórico-estética,
no se sentía tan encerrado en sí mismo, tan académico e institucionalizado
como en muchos textos actuales. A su modo de ver, ¿estarían respondiendo
los Estudios Latinoamericanos y Caribeños –hoy día ya con una tradición
un poco más asentada de publicaciones (revistas, libros, coloquios)
–, más que a reubicar y alzar la voz de los “condenados de la tierra”,
a la necesidad (y posibilidad) de algunos investigadores de insertarse
en un espacio de legitimación de relativo éxito y reconocimiento? ¿Cómo
se integran estos estudios a la coyuntura político-social que atraviesa
actualmente R.F.R: Son muchas preguntas,
e intentaré responderlas. Comienzo por decir que una acuciosa investigadora
cubana me dijo que en mis ensayos yo era preposcolonial. Y es que cuando
aparecieron ensayos míos como “Martí en su (tercer) mundo” (1965) o
Caliban (1971), aún no estaban formalizados
en los países subdesarrollantes los Estudios que usted menciona. Francamente,
si tales Estudios no se destinan a dar voz a los “condenados de la tierra”,
es inmoral que sus autores pretendan “insertarse en un espacio de legitimación
de relativo éxito y reconocimiento”. Dichos Estudios tienen que integrarse en la coyuntura
sociopolítica de |
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