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Alfonso Soteno - Árbol de la vida (fragmento) - 1975 (Casa de las Américas) |
A
partir de la confrontación, entre
teorías poscoloniales y pensamiento de « nuestra américa »
nos preguntaremos por la fuerza poscolonial o descolonial,
[1]
de esta última. En otras palabras,
si podemos llamar
a todo el pensamiento latinoamericano que desde el siglo XIX se
caracterizo por su crítica al legado colonial español, como también
al colonialismo inglés y norteamericano, hasta las diferentes elaboraciones de la filosofía
de la liberación, como un pensamiento poscolonial, en sentido
amplio. ¿Cuáles
son los orígenes de las teorías poscoloniales? ¿De dónde surgen
los teóricos poscoloniales latinoamericanos? ¿Cuáles son sus objetos
de estudio? ¿Se diferencian estas de los estudios latinoamericanistas?
¿Cuál es su actualidad? ¿Podemos hablar de un malentendido entre
las teorías poscoloniales y el pensamiento latinoamericanista
debido a su locus enunciationis? ¿El pensamiento latinoamericanista actual es
más descolonial de lo que creen los teóricos del poscolonialismo
latinoamericano? ¿Cuáles son los límites del pensamiento poscolonial?
¿Por qué hoy en día algunos autores hablan del mito de lo poscolonial,
o incluso, de la descolonización de los estudios poscoloniales?
Los orígenes latinoamericanos de las teorías poscoloniales Cuando
se habla de teorías poscoloniales
se hace referencia, de manera general, a
cuatro teóricos de origen Indio: Ranajit Guha, Gayatri
Spivak, Edward Said y Homi Bhabha. Los estudios poscoloniales
sobre Latinoamérica se formalizan con la creación del Grupo
Latinoamericano de Estudios Subalternos formado principalmente
por académicos latinoamericanos que viven y trabajan en los Estados
Unidos. En
síntesis, a lo largo del debate sobre la incorporación de las
teorías poscoloniales en los estudios latinoamericanos, se pueden
señalar dos frentes bien definidos, por un lado, quienes utilizan
las teorías poscoloniales para una nueva relectura de los textos
pertenecientes al período colonial latinoamericano e incluso como
una crítica de los latinoamericanistas actuales. Por el otro,
quienes piensan que esta relectura del período poscolonial debe
hacerse desde las tradiciones mismas del pensamiento latinoamericano.
Y frente a estos dos grupos, están los latinoamericanistas mismos
que ignoran este debate, por ser un fenómeno del ambiente académico
latinoamericano de los Estados Unidos.
[2]
Para
Eduardo Mendieta y Santiago Castro Gómez, los estudios coloniales
nacen por las posiciones de influencia, en las universidades del
primer mundo, de los inmigrantes o hijos de inmigrantes de los
países del sur, como también por
consecuencia del desplazamiento discursivo que se genera
respecto a sus localidades de origen frente a los centros metropolitanos
e incluso frente a los mismo inmigrantes de la metrópolis. Esto,
según los autores citados, los lleva a experimentar una translocalización
discursiva, es decir, que los “obliga
a revisar el papel que las narrativas anticolonialistas y tercermundistas
habían asignado al ‘intelectual crítico’ y a buscar nuevas
formas de concebir la relación entre teoría y praxis”.
[3]
En
efecto, para los dos autores citados, las teorías poscoloniales
se diferencian de las narrativas anticoloniales, por ejemplo,
en el caso latinoamericano,
a los discursos de Bartolome de En
el fondo, el locus de enunciación de estas teorías poscoloniales
es, desde mi opinión, el de cualquier inmigrante que se enfrenta
con otra cultura, y en donde la interacción y el contacto lo llevan
a relativizar su mundo cultural, como también,
el mundo cultural donde se encuentra. En este contexto
podemos decir que se realiza una doble “traición” o crítica, por
un lado, la de su país de origen, y por el otro,
la de su país de exilio. Es aquí donde surgen los límites
y la fuerza de la crítica poscolonial.
Esta es como un arma de doble filo, se “ataca” al eurocentrismo, pero al mismo tiempo
se “ataca” a su cultura de origen, en el caso de nuestros poscolonialistas
o subalternos: el latinoamericanismo. Desde
esta perspectiva, del arma de doble filo, la crítica al
Arielismo de Castro Gomez y Mendieta, se
la podría definir también, como la crítica de los “nuevos” Arieles,
que no sólo impugnan al colonizador, y cierta medida, a los “ex-colonizados”
en su propio idioma, con sus propios conceptos (recordemos que a nivel
conceptual, las teorías poscoloniales se encuentran en íntima
relación con postestructuralismo y el postmodernismo) y gramática,
sino que lo hacen desde el mismo locus
enuntiationis del colonizador, es decir, el
Norte rico y desarrollado. De lo poscolonial a lo descolonial En
este sentido, y en relación con lo que nosotros hemos definido
como un nuevo Arielismo, Ramón Grosfogel, en un reciente
artículo, nos da las razones de la incisión del Grupos
de Estudios Latinoamericanos
Subalterno. La incisión del grupo se produjo principalmente
por dos razones. La primera, fue repitir el esquema epistémico
de los Estudios de Área de los Estados Unidos, es decir, eran
estudios sobre la subalternidad y no con y desde
una perspectiva subalterna. En pocas palabras, “como la epistemología imperial de los
Estudios de Área, la teoría
seguía situada en el Norte mientras que el objeto de estudio están
situados en el sur.”
[4]
La segunda razón, está en íntima relación con
la primera, no sólo se utilizaba una espistemología colonial,
sino que a la vez privilegiaban a los pensadores occidentales
(Foucault, Derrida, Gramsci) como su aparato teórico central,
traicionando de esta manera la meta de producir estudios subalternos.
Estas críticas al Grupo
Latinoamericano de Estudios Subalternos, corresponden también
para el Grupo Indio de Estudios Subalternos y en cierta medida
para todos los estudios poscoloniales. Por
último, la escisión del grupo se concretiza por las distintas
comprensiones de lo Subalterno. Por un lado, quienes la entendían
como una crítica postmoderna, en tanto “crítica eurocéntrica
del eurocentrismo” y, por el otro, quienes la entendían como una crítica descolonial,
es decir, en tanto crítica del eurocentrismo desde conocimientos
subalternizados. Esta crítica descolonial tiene como objetivos
descolonizar el canon y la epistemología occidental. Son
estos debates, entre distintas posturas que llevaron a una parte
del Grupo de Estudios Subalternos a plantearse
de hecho descolonizar no sólo los estudios subalternos,
sino también, los estudios poscoloniales. Así se da el paso de
lo poscolonial a lo descolonial. A éste último se lo piensa como
una nueva búsqueda de alternativas políticas y epistémicas. El
paso de lo poscolonial a lo descolonial se funda en el hecho de
que hablar de un mundo poscolonial es un mito. Las relaciones
Norte/Sur, a nivel político, se dan por medio de una relación
neo-colonial, es decir, son estados-naciones formalmente independientes
en la periferia bajo
un control indirecto del Centro. El mito consistió en hacernos
creer que la eliminación de las administraciones coloniales equivalía
a la descolonización del mundo. Para Grosfoguel, con la descolonización
jurídico-político pasamos de un período de colonialismo global
al actual período de colonialidad global: “(...) La colonialidad
se refiere a la continuidad de las formas de dominación
y explotación después del fin de las administraciones coloniales,
producidas por las estructuras y culturas hegemónicas del sistema
mundo capitalista/patriarcal/moderno/colonial”.
[5]
En otras palabras, la colonialidad es el neo-colonialismo
político y económico, más la opresión
cultural, epistémico, espiritual, sexual y linguística
de los grupos etno-raciales subordinados por los grupos etno-raciales
dominantes con o sin presencia de administraciones coloniales.
En fin, parte del mito eurocéntrico es la idea de que vivimos
en un mundo « poscolonial » y que el mundo y sus centros
metropolitanos no necesitan, ni requieren una descolonización.
A
nivel epistémico la principal tarea es la crítica de los fundamentalismos,
colonialismos y nacionalismos eurocéntricos del tercer mundo.
Por el intermedio del “pensamiento crítico fronterizo del sur
Global”, se niega la premisa de que sólo hay una tradición epistémica
desde la cual se puede alcanzar Es
a partir de este avance alrededor del concepto de descolonización
de los estudios subalternos y poscoloniales, que puede superar
en alguna medida la confrontación anunciada en nuestro título
entre las teorías poscolonial
y pensamiento de “Nuestra América”. Ya que el concepto de descolonial
abre las puertas, a las narrativas anticolonialistas latinoamericanistas,
invalidadas en un primer momento por los críticos latinoamericanos
poscoloniales. El latinoamericanismo y su fuerza descolonial A
pesar de este reconocimiento, parcial, de Ramón Grosfeguel y de
sus ex-compañeros subalternos, de la existencia en el pensamiento
latinoamericano contemporáneo de
discursos poscoloniales o descoloniales, y de la supuesta
apertura hacia las narrativas anticolonialistas nos seguimos
preguntando si el pensamiento latinoamericanista del siglo XIX,
como el actual, es más descolonial de lo que creen los teóricos
del poscolonialismo o descolonialismo latinoamericano. Nuestra
respuesta será afirmativa. En primer lugar, tengo la impresión
que los teóricos poscoloniales-descoloniales llegan tarde, como
el búho de Minerva, al reconocimiento de la tradición latinoamericana.
En este contexto unos de sus principales límites es la “omisión”
de la tradición crítica latinoamericana, o como dice Hugo Achúgar,
es una nueva teorización producida en los centros de poder sobre
Latinoamérica y no desde Latinoamérica, que no tiene en cuenta las diferentes tradiciones
de lectura y las memorias históricas articuladas desde Latinoamérica.
En
segundo lugar, debido a
que la idea de poscolonialidad o de teoría poscolonial, incluso
la misma idea de descolonizar, no es conocida y debatida en los
círculos académicos de América Latina. Una de las principales
razones de este desconocimiento es que las teorías poscoloniales
tienen sus orígenes, como ya lo vimos, en los centros académicos
de las ex-potencias coloniales, principalmente de habla inglesa,
por intermedio de intelectuales de las ex-colonias radicados en
el Norte. De ahí que se habla de una cierta traslocalización
discursiva de Latinoamérica. Además del origen exógeno a los
centros intelectuales latinoamericanos, en toda nuestra América
se viene realizando un pensamiento crítico al eurocentrismo desde
hace ya mucho tiempo sin la tutela o ayuda de las teorías poscoloniales.
Pues, entonces, no sólo tenemos la necesidad de descolonizar los
estudios postcoloniales, sino que también debemos descolonizar
los estudios descoloniales mismos, mostrando que Latinoamérica ha generado sus
propias categorías autoreflexivas, aún más, al estudiar el pensamiento
latinoamericano como un discurso propio y no un objeto de estudio
para occidenteen las universidades del Norte. Sólo
pensar que antes de las guerras de independencia, ya Francisco
Miranda, hablaba de la necesidad de una “independencia política”
y “emancipación mental”; que también en 1819 Simón Bolívar declaraba
“somos libres” pero que, sin embargo, seguimos atados a aquel
poder. En esa misma línea
Juan Bautista Alberdi hablaba de “quebrar las cadenas que faltan con el pensamiento”.
Igualmente, debemos recordar la nueva reformulación del problema
sobre la independencia y emancipación llevada acabo por Manuel
Hugarte a comienzos del siglo XX. Sin olvidar a José Martí y su
escrito “Nuestra América” o en el
“Mito del Calibán” de Enrique Rodó y reelaborado por Roberto Fernández Retamar (1971). Y por último, el reciente trabajo de Arturo Andrés Roig titulado “Necesidad
de una segunda independencia”. Allí Roig nos hablará de un nuevo
“mundo colonial Global”, donde el imperialismo sigue vigente.
Esta necesidad de una segunda independencia consiste en abrir,
en un primer momento un frente de lucha para rescatar la independencia
perdida, y a partir de ahí, poner en marcha la segunda independencia,
y promover urgentemente la emancipación mental frente a los modos
de pensar y obrar de las minorías comprometidas con el capital
trasnacional y la políticas imperiales, así como frente a la contaminación
ideológica de la cultura de mercado en las que se subordinan las
necesidades a las satisfacciones.
[6]
Este
sintético recorrido histórico sobre las distintas expresiones
y símbolos con los cuales en Latinoamérica se hizo frente al colonialismo,
y sus diferentes resurgimientos, así como a su ideología, el eurocentrismo,
nos muestra claramente la existencia de un discurso poscolonial
o descolonial bien antes de las teorías poscoloniales. Latinoamericanismos y poscolonialismos A
pesar de todas estas diferencias y críticas, el pensamiento poscolonial
latinoamericano y el pensamiento latinoamericanista se encuentran
en algún momento, sobre todo en el tratamiento de su objeto de
estudio. Los latinoamericanistas hacen, en cierta medida, teoría
poscolonial o descolonial, sin definirse como tales. La gran diferencia
entre ambos radica en el desde, en el locus enuntiationis
en el cual realizan la crítica colonial. Por un lado, los
teóricos del poscolonialismo latinoamericano hacen su crítica
desde el norte pero sobre autores del sur y del norte, sirviéndose
principalmente de las corrientes postestructuralistas, dejando
de lado los pensadores anticolonialistas, por sus vestigios coloniales y eurocéntricos;
y por el otro, los filósofos latinoamericanistas la hacen desde
el sur sirviéndose y criticando la modernidad ilustrada del norte,
como también rescatando y criticando la propia tradición intelectual
del sur. En
fin, la crítica poscolonial latinoamericana nace, en un primer
momento, con el interés de querer diferenciarse del pensamiento
latinoamericanista contemporáneo, especialmente mediante la utilización
de las corrientes postestructuralistas. En cambio, el “nuevo”
pensamiento descolonial trata de salvar esta diferencia intentando
superar a la modernidad eurocentrada sin tirar a la basura los
elementos emancipadores de la modernidad. Trabajo este que se
viene realizando en la filosofía latinoamericana desde hace ya
casi medio siglo. Por
último, tanto las teorías poscoloniales, como
el pensamiento de “nuestra América”, corren el riesgo, como lo anunciamos al principio, de
devenir Arieles, es decir, “representantes”
de los subalternos del Norte y de los subalternos del
Sur, respectivamente. No asimilarse y no desclasarse
pueden ser dos actitudes para evitar este neo-arielismo.
Vale decir, no perder la fuerza dada por
nuestra diferencia colonial, por nuestro “ser” sudaca (invento
y creación cultural), ni tampoco desclasarse a causa de la vida
académica (que tal vez habría que abandonar Aquí y Allá) y el
mejor nivel de vida del Norte y de sus metrópolis hermanas del
Sur. A esta altura ya poco importa hablar de teorías poscoloniales,
de descolonialidad o posoccidentalismo, de latinoamericanismos
o de “nuestra América”, sino que lo único importante es no perder
el Sur,
[7]
surearnos, surear lo estudios latinoamericanos
Aquí y Allá, poscoloniales, descoloniales. Ya es hora de desplazar
el centro a la periferia, incluso el centro de nuestras ciudades
hacia sus suburbios, sin olvidar aquellos, es decir, a
mí mismo, que en este momento escribo desde el centro.
La descolonialización viene del Sur y nuestro Sur va más allá
del Trópico de Cáncer, se adentra hasta los barrios populares
de las grandes metrópolis. *
Doctorando
Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) en co-tutela de
tesis con
[1]
Ramón Grosfoguel: “
[2]
Walter Mignolo: “Herencias coloniales y teorías poscoloniales”, en Gonzalo
Stephan, Beatriz, Cultura y Tercer Mundo, Nueva Sociedad,
Venezuela, 1996. pp. 99-136.
[3]
Santiago Castro Gómez, y Eduardo Mendieta (Editores): Teorías sin disciplina
(latinoamericanismo, poscolonialidad y globalización en debate,
México, Miguel Ángel Porrúa, 1988.
[4]
Ramón Grosfoguel: “
[5]
Ramón Grosfoguel, op. cit. p. 8
[6]
Arturo Andrés Roig: “Necesidad de una Segunda Independencia”, Cuadernos Americanos, No. 100 ,
2003, pp. 11-41.
[7]
Cf. Horacio Cerutti: Filosofar de Nuestra América, México,
CCYDEL, 2000. |
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