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HAYDEE VENEGAS. Puerto Rico |
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Allora y Calzadilla |
IDENTIDAD
Desde su descubrimiento en 1493 Puerto Rico fue colonia
española hasta que en 1898, nuestro territorio fue cedido a los norteamericanos. Durante estos cien años en
los que ha sido botín de guerra, colonia
y desde 1952 Estado Libre Asociado, Puerto Rico ha mantenido
una cultura, costumbres y lenguaje que se han ido transformando y adaptando
hasta crear una sólida y vibrante cultura caribeña hispanohablante. El puertorriqueño ha vivido quinientos años
de historia en los cuales sólo ha conocido un sistema, el colonial. Desde que la conciencia del criollo se desarrolla
en el siglo pasado, nos hemos hecho la eterna pregunta, qué o quiénes
somos. El tema principal de la década de los ochenta fue la revisión de esta larga búsqueda de la identidad
en todas sus acepciones, principalmente la socio-política. Por muchos años el puertorriqueño se ha preguntado
quién es. Por muchos años ha
querido ser el otro. ¿Ser o
no ser puertorriqueño? ¿Ser
o no ser español? ¿Ser o no
ser africano? ¿Ser o no ser norteamericano? Estas preguntas vitales que no han tenido ni
tienen respuesta, mantienen a un pueblo dividido en un complicado embrollo
político. El arte puertorriqueño ha sufrido por décadas, ese
proceso de búsqueda de la puertorriqueñidad.
Durante las últimas cuatro décadas se ha buscado inspiración
tanto en movimientos internacionales como en nuestras raíces, yendo
de un extremo a otro. Cuando
Marta Traba publica en 1971 Propuesta
polémica sobre el arte puertorriqueño, critica nuestro eclecticismo
y afirma que el arte puertorriqueño tiene una “incapacidad de escoger
entre actitudes muchas veces antagónicas, aquellas que convienen a un
sistema peculiar de expresión”
[3]
. Edward Lucie Smith, se niega a incluir el arte
puertorriqueño en su libro Latin American Art por que “se le hace difícil trazar una línea absoluta
ente el arte del siglo veinte de Puerto Rico y el de los Estados Unidos”.
[4]
A pesar de todo, puedo afirmar que en estas últimas cuatro décadas ha habido brillantes
artistas que han sobrepasado las fronteras del colonialismo y/o la alteridad,
y se mantienen produciendo un arte de carácter, drama y autenticidad
como lo son Myrna Báez, Rafael
Ferrer, Domingo García, Luis Hernández Cruz, Antonio Martorell, Francisco
Rodón, Julio Rosado del Valle o Noemí Ruiz. TRAVESTISMO
En la búsqueda de la identidad, varios artistas de
mediados de la década de los ochenta comenzaron a reinventarse, disfrazarse
y a mostrarnos esa posibilidad camaleónica que poseen los artistas,
que procede del pueblo mismo. En la
trilogía, Hay que soñar azul, Hay que disfrazarse y Azabache, de 1986, Arnaldo Roche se retrata como un negro de ojos azules, tez
blanca y/o cabello rubio. Marimater O’Neill y Carlos Collazo se auto-retratan
uno al otro intercambiando sus estilos en la pintura Autorretrato X: It’s not me
(1989). Héctor Méndez Caratini, con su lente antropológico, realiza
un inventario de ese gran abanico de disfraces de nuestras tradiciones
y carnavales. Por su parte,
Antonio Martorell se convierte en actor, dramaturgo, escritor, se promueve
como recitador de brindis de duelos y artista; y para cada uno de estos
roles crea su vestimenta. Los noventa traen aún
más libertades y problemas.
Al acercarse el nuevo milenio, el centenario de la invasión norteamericana
y un posible referéndum que intenta cambiar el estatus político y convertirnos
en estado de la Nación Norteamericana, nuestros artistas se sienten obligados a reexaminar nuestras raíces
y a tratar de entendernos como pueblo.
Ante la conflictiva definición política, asumen múltiples posturas, se convierten en camaleones,
cambian identidades, transgreden los géneros. Conscientemente travisten
la identidad, aunque se sientan incómodos en ese nuevo espacio indeterminado.
El pueblo también busca nuevas vías. El “spanglish”
[5]
cae en desuso. Se
percibe un intento de eliminar estas palabras inventadas y de buscar
un mayor casticismo del español. El
puertorriqueño educado, la mayoría de ellos en universidades norteamericanas, cuando no encuentra la palabra correcta o cuando cree que lo dicho
tendrá más claridad, recurre
a intercalar en una misma conversación frases u oraciones completas
en inglés y retoma la conversación en un español gramaticalmente correcto. Se comienza a cambiar de un idioma a otro con
bastante naturalidad y la mayor de las veces no nos apercibimos de ello.
[6]
Planteamos que en un intento de subsistir como
pueblo caribeño, se asume la dualidad o fragmentación cultural a la
que hemos sido expuestos por los últimos cien años. Pero una dualidad análoga la poseían ya nuestros tradicionales
santos de vestir, que pueden ser
vestidos tanto de santo como de santa. En el mundo actual la poseen también los juguetes llamados “transformers” que siendo un automóvil,
en segundos se convierten en robot o un monstruo y vuelven a ser autos
sin dejar de ser juguetes. También
la vemos en los hologramas, en cuyo reflejo se pueden ver dos imágenes
diferentes que cambian de una a otra dependiendo de cómo se mueva. Estas maravillas del diseño y la tecnología moderna nos muestran
claramente que sí se puede ser dos o tres cosas a la misma vez. Hay algo claro: siempre fuimos poli-mulatos. Somos parte de la mescolanza de razas y lenguas que por quinientos años ha
existido en el Caribe. Se vive
la dicotomía de ser puertorriqueño, hablar español, sentirse latinoamericano
y portar pasaporte norteamericano. Por nuestras venas corre sangre de
las tres razas. Los más blancos
oyen las congas y se les altera el esqueleto y se les encrespa el pelo
lacio. La bomba, la plena y la salsa, viven insertadas
en nuestra tradición. Comer
paella periódicamente es necesario para tocar base con las raíces hispanas.
El defender nuestra lengua española ha sido vital durante cien
años. Llevar los niños los domingos
después de misa a McDonalds al igual que ver cable TV, oír rock y rap y celebrar
Thanksgiving son parte de nuestra actual
tradición El puertorriqueño postmodernista, ante la imposibilidad o quizás haya que decir
ya, la inutilidad, de definir su identidad, descubre de cara al milenio
que ser y ser, es la respuesta. Es ahí donde nuestros artistas
plásticos, obedeciendo a su misión de visionarios, intervienen y nos
ofrecen una multiplicidad de opciones a la respuesta. ARTE
ACTUAL
I.
LA DECADA DE LOS 80
Desde principios de la década se venían gestando grandes
cambios. Uno de los más visibles
fue la creciente inestabilidad administrativa del Instituto de Cultura
Puertorriqueña.
[7]
Al perder el respaldo oficial, se crearon y/o
fortalecieron agrupaciones de artistas que sirvieron de foro, de apoyo
a la clase artística y de intercambio de ideas. Entre ellos se encuentra
la Hermandad de Artistas Gráficos (1981),
el Congreso de Artistas Abstractos de Puerto Rico (1981-2), la Asociación de Escultores de Puerto Rico
(198//) y la Asociación de Mujeres
Artistas de Puerto Rico (1982).
[8]
El Museo de Arte de Ponce
[9]
se convierte en
el más dinámico centro de exhibiciones,
organiza una serie de importantes muestras
de los principales maestros locales, los más destacados jóvenes
y las retrospectivas, del maestro del siglo XIX,
Francisco Oller en 1983 y José
Campeche, máximo exponente del siglo XVIII, en 1986.
El Museo de la Universidad de Puerto Rico
[10]
concentra sus esfuerzos en una serie de magníficas colectivas
itinerantes que estudian el proceso histórico de la gráfica, el cartel,
y la pintura puertorriqueña. Por su parte la Liga de Estudiantes de Arte
[11]
comienza un activo programa de conciertos y performances
de medianoche a la misma vez que da cabida en su sala a los artistas
de más vanguardia. El intercambio propiciado por la Bienal de San Juan
del Grabado Latinoamericano y del Caribe,
continuó siendo importante para el desarrollo de nuestro arte. Las aperturas de Casa Candina,
[12]
(1980-1992) que por muchos años fue un importante centro
de estudios y exhibición de cerámica;
del primer Museo de Arte Contemporáneo
[13]
(1988) y la creación del Capítulo de Puerto Rico de la Asociación
Internacional de Críticos de Arte (1988) fueron vitales para este cambio
que floreció en el segundo lustro de la década de los 80. Aunque ya en
1967 Rafael Ferrer, acompañado de Robert Morris,
realizaron diez instalaciones, performances
y happenings en el Colegio
Universitario de Mayagüez, y
a fines de los 70, un pequeño grupo de jóvenes artistas y estudiantes
entre los que se encontraban Félix González Torres y Dhara Rivera hicieron
varias instalaciones, estas formas de arte no cobraron fuerza entre
nuestros artistas locales hasta entrada la década.
Solo el gran visionario incomprendido, Antonio Navia,
nos enfrentó a tres magníficas experiencias a principios de la década
del ochenta; con sus instalaciones/perfomances,
la impresionante representación de un Hoyo
negro (1983) en la Liga de Estudiantes de Arte,
Homenaje a Oller (1983) en el Museo de Ponce y Nubestratos en el Colegio
Regional de Humacao (1985). Muy temprano en la década realizo unos bellos
dibujos que afirmaba eran diseños o planos para construir computadoras
capaces de predecir el futuro y transmutar y traspasar la materia. El
viernes 8 de marzo de 1991 a las 4:32 A.M. comenzó a dibujar en computadora
los planos del funcionamiento de su cerebro. Por mes y medio, hasta
que la computadora se quemó, fue concentrándose en cada una de las áreas
de la estructura cerebral y las dibujó. Todavía nadie cree en estos
dibujos, todos dudan de su capacidad, personalmente he sido tildada
de demente por solo creer en la sinceridad de la intención del artista.
De todas maneras, los dibujos son impresionantes. Cuando en 1968
intentó ganarse la vida haciendo consultas síquicas por teléfono, tampoco
le creyeron, fuimos muy pocos los que vivimos esta extraña aventura.
Desgraciadamente nadie ha visto su obra en los últimos cinco años.
El 1984 es un importante año que marca el comienzo de un gran cambio en el arte
puertorriqueño. Es en este año
que Antonio Martorell regresa a su patria luego de seis años en México,
Marimater O’Neill obtiene un bachillerato de Cooper Union y Arnaldo
Roche, una Maestría del Chicago Art Institute.
Los tres artistas intervienen
activamente en el campo de las artes de Puerto Rico, comenzando una
concientización, e impartiendo frescura a nuestro ambiente artístico;
también ayudaron a fortalecer el mercado.
Un año más tarde, Carlos Collazo, que había permanecido siempre
en Puerto Rico y que nos impresionaba con su precoz madurez artística,
conmueve a la crítica con su exposición Bodegón
Escenografía del crimen en Galería Palomas, 1985 y continuó impresionándonos
hasta su temprana muerte en 1991. Por
su parte Nick Quijáno logra interesar a los miembros de la Asociación
Americana de Directores de Museos de Arte, con la exposición, Elementos de la vida criolla en 1985-86 en el Museo de Bellas Artes
de San Juan. Tan pronto Martorell llega a Puerto Rico, organiza
junto a Rosa Luisa Márquez, profesora visitante de teatro del Colegio
Universitario de Cayey, el grupo
de Teatreros Ambulantes. Esta
fusión de la plástica con el teatro llevará a Martorell a realizar obras
de gran impacto que abren las puertas a un trabajo colectivo y se entrega
de lleno a las instalaciones y performances, estableciendo así un continuo.
Arnaldo Roche, luego de su exposición Actos Compulsivos, en el Museo de Arte
de Ponce (1984), comienza una vertiginosa carrera. Tres años más tarde es seleccionado para las importantes colectivas
en Estados Unidos: Hispanic Art
in the Unites States y Art
Of the Fantastic y representado a Puerto Rico en la Bienal de Sao
Paulo. Néstor Otero y Néstor Millán también regresan a Puerto
Rico después de haber logrado abrirse un camino en Nueva York. El primero, que trabaja una obra más conceptual, siempre nos asombra con su sofisticada
conceptualización, aunque exhibe muy poco. Su obra Los
Cuatro Elementos (1996), fue muy bien recibida por la crítica en
la pasada Bienal de Sao Paulo. Millán,
que se destacó al principio como fotógrafo, en los últimos años viene
experimentando con la gráfica y la pintura.
Crea unos espacios íntimos de una especial sensibilidad homoerótica. Por más de veinte años Héctor Méndez Caratini, se ha
dedicado a documentar fotográficamente las tradiciones, religiosidad,
festividades, arquitectura y todos
los elementos que constituyen la historia visual puertorriqueña. Sus primeros ensayos fotográficos, en los 70,
fueron sobre personalidades como Pablo Casals y Luis Muñoz Marín;
tradiciones que se perdían como El
Artesano y su Ambiente (1975-76),
El ayer: recuerdos de un Puerto Rico Olvidado,
(1978) y documentaciones históricas como Petroglifos de Boriquen, (1977) y las Haciendas de Cafetaleras (1988-90). Ya para comienzos de la década del 80 concentra en elementos de
la religiosidad popular. Las
investigaciones incluyen la serie de Los
Vejigantes, de los carnavales
de Ponce y de las fiestas de Santiago Apóstol en Loiza Aldea y las máscara
de Santos Inocentes del pueblo de Hatillo. Su principal interés en ésta
década fue rescatar y mostrar la riqueza de la aportación de los negros
a nuestra cultura. Esto lo ha llevado a viajar por todo el caribe y Brasil para documentar
y comparar la religiosidad popular de los grupos negros de estos países
con las nuestras. En Salvador de Bahía
fotografió a los Orixás; en
Venezuela el culto a María Lionza,
en Martinica documentó los cultos hindúes de Marianman y en la
República Dominicana realizó un ensayo antropológico, sobre las religiones
de los haitianos que cortan la caña, titulado Gagá y Vudú. Las tres fotografías presentadas en esta exposición pertenecen
a este último estudio. Del rojo de su sombra (1992) muestra al
Mayor Gagá en trance. Los impresionantes
ojos inflamados contrastan con el resto de los objetos en la composición.
Tambores rituales, el cuello de collar bordado, a mano, con espejos
y lentejuelas y el tocado de lazos a color producto del comercio extranjero,
nos hablan de los elementos culturales de la tradición africana.
Viella, Reina de la Alcancía del Gagá, posa orgullosa, con un huevo
en la mano, frente al altar y con su banderín y demás atributos. El brillante colorido caribeño que tiene sus
raíces en la Africa negra, se manifiesta en todo su esplendor en Saludo ritual de los mayores con los “Palitos”
o “Jong”. En estos años
el lente de Méndez Caratini ha visto como desaparecen tradiciones y
como otras se enriquecen con la
evolución. La tradición ni la cultura son estáticas y
el fotógrafo nos regala un documento extraordinario que refleja estos
cambios. Actualmente
trabaja en un ensayo que tiene que ver con el centenario de la
invasión de los norteamericanos. Para
Ser o no ser (1997-8) está retratando todas
las actividades, manifestaciones y protestas a favor y en contra que
conmemora la presencia norteamericana en Puerto Rico y otras que muestran
los efectos de esta presencia en nuestra vida cotidiana. Méndez Caratini es posiblemente el artista puertorriqueño que ha
participado en más exhibiciones individuales y colectivas en el extranjero.
Sus fotografías han viajado el mundo entero.
También como Director del Consejo Puertorriqueño de Fotografía,
se ha dedicado a promover la labor fotográfica de otros compañeros de
profesión. Con mucho trabajo
ha organizado exposiciones, foros de fotografía en Puerto Rico y coordinado
la participación de nuestros fotógrafos en el exterior.
En estas exposiciones participan fotógrafos de la talla de
Carlos Arnaldo Meyners, John
Betancourt, Nitza Luna, Rafael Ramírez, Sandra Reus, y Víctor Vázquez entre otros. Víctor Vázquez, es el otro fotógrafo de más exposición
internacional. Estudió sicología. Este conocimiento lo ayuda a penetrar con una
asombrosa intensidad en el sujeto retratado. Actualmente realiza una serie de foto-instalaciones que tienen que
ver con ritos de la santería. En esta década surge un sinnúmero de jóvenes pintores
comprometidos que han continuado su actividad y compromiso. Carlos Dávila Rinaldi, criado en bases aéreas norteamericanas, conoce el mundo en su niñez. Al regresar a Puerto Rico pasa por un proceso
de búsqueda de este mundo que conoció durante las breves visitas a los
abuelos. Sus pinturas mezclan
el neo-expresionismo con un pop caribeño.
Ha trabajado varios temas, que van del ruido de nuestras carreteras,
la violencia, las drogas, la locura hasta los indocumentados. Sus obras están llenas de energía y colorido. Otra gran colorista lo es Nora Rodríguez Vallés, artista
de profundo pensamiento y una simpática ironía. Este juego de lo irónico que se convierte en algo terriblemente
serio se manifiesta en una de
sus más mordaces pinturas, Domineichon. Esta obra le ganó medalla de oro en la Segunda Bienal
de Pintura de Santo Domingo, (1994).
En ella muestra una página de un cuaderno de un niño en el que
ha tomado un dictado en inglés. La
cita que trata sobre el colonialismo y la dominación es del filósofo
francés, Michael Foucault o “Michel Fucó”
forma en que el niño redacta el inglés utilizando la gramática
castellana. La forma onomatopeíca en que se escribe la cita, y el significado
del texto, evoca la complejidad del ser puertorriqueño. Rafael Rivera Rosa, grabador y pintor, posee una larga
carrera. Comenzó en la década del 60.
Este año es uno de los artistas homenajeados en la Bienal de
San Juan del Grabado Latinoamericano y el Caribe.
Su pintura cobra fuerza en ésta década.
Realiza un cautivante estudio de las máscaras tradicionales y
las transforma en una mascarada moderna.
También dedica parte de su producción al tema de la ecología.
Otros dos pintores que traen una revisión al surrealismo
caribeño los son Zeno y Rafael
Trelles. Sus alucinantes composiciones
proyectan un sugerente surrealismo tropical. El grabado, aunque pierde el respaldo del público,
tiene en estas últimas dos décadas a varios exponentes: Haydee Landing y Martín García, quienes han participado y ganado
importantes premios internacionales, ayudando así a mantener viva una
tradición. La escultura tiene también un gran momento en esta década. Pablo
Rubio es invitado a varios simposios internacionales de escultura, incluyendo
el de las olimpiadas de Corea. Jaime Suárez abre un campo en la cerámica artística
y la eleva al nivel de la pintura y escultura.
Sus instalaciones y objetos en barro son adquiridos por importantes
museos, entre ellos el Metropolitan Museum of Art. Melquiades Rosario en la escultura en madera también se abre paso.
Logra ser invitado a participar en eventos en Argentina, Perú
y otros países. Sus impresionantes
construcciones realizadas con pedazos de madera sobrantes de los aserraderos,
poseen una fuerza primitiva, casi pre-histórica. La tradición de una escultura fuerte continúa
en la próxima década con Carmen
Inés Blondet, y la aparición de otros jóvenes como Ramón Berríos, y
Linda Pintor. II.
LA DECADA DE LOS 90
Entrando a la década de los 90, el arte puertorriqueño
se vio fortalecido por toda la efervescencia de los 80. A principios de la década, son las galerías comerciales las que
asumen la responsabilidad de la promoción de nuestro arte, mientras
que las agrupaciones de artistas comienzan a desaparecer. Las galerías Botello, Luigi Marrozini y Raíces envían a sus artistas
a participar en bienales y ferias, a conseguir galerías en el exterior
y participar en una gran serie
de exhibiciones itinerantes. Los
artistas individualmente logran obtener becas, grants
y apoyo de mecenas para costearse sus participaciones en eventos de
importancia internacional. Surge
un creciente número de coleccionistas importantes, mientras que el Instituto
de Cultura Puertorriqueña continúa sus altas y bajas. Las celebraciones de los 500 años de los descubrimientos,
América (1992) y Puerto Rico (1993), la construcción del Pabellón de
la Feria Sevilla (1992-3) y la visita de los miembros de la Asociación
Internacional de Críticos de Arte (1993), se convirtieron en excelentes
excusas para organizar memorables exposiciones.
Queda inaugurado en el 92 el Museo de las Américas,
[14]
que junto al Museo de Arte Contemporáneo ha
hecho una excelente aportación en esta década. La Escuela de Artes Plásticas
[15]
se convierte en foco de producción
de una nueva generación de artistas jóvenes, los Novísimos,
[16]
que han logrado imponerse.
Dos de los artistas puertorriqueños seleccionados para esta exposición
dos son egresados de la Escuela de Artes Plásticas y otros dos son profesores.
El trabajo comenzado por Martorell desde temprano en
la década del 60, experimenta
una transformación en la década de los noventa.
En 1992 se monta en la guagua aérea,
[17]
que ahora tiene regreso, y establece el puente entre la
isla y lo que se puede llamar la segunda capital de Puerto Rico,
Nueva York. Su educación como diplomático y su multiplicidad
de intereses se refleja en una diversidad de técnicas y temas. Martorell ha trabajado en casi todos los medios
artísticos conocidos y posiblemente en algunos todavía no aceptados
como tal, aunque se resiste a la cibernética.
También ha incursionado en todos los temas vitales de la contemporaneidad.
Como un renacentista, ha abordado todos y cada uno de los aspectos
de la vida cotidiana, social y política puertorriqueña en su serie de
casas. En los últimos años amplía
su mirada al Caribe. Con obras como Casaribe Caricasa, (1992), dedicada al
descubrimiento de América invita al
público, a pisar el colorido
mapa caribeño mientras que se ve reflejado en una serie de espejos rotos
cuyos pedazos escriben las palabras, Discover,
recover, uncover y
cover-up. El espectador se convierte en un sorprendido partícipe
del mismo proceso colonial que la obra denuncia. En Caribordados
y Mundillo Desencajado de
1997, obras realizadas por tejedoras boricuas, crea un nuevo orden o
geografía caribeña y mundial. La
instalación Blanca Snow (1998), nos habla de este transformarse
del puertorriqueño. La mítica
princesa del cuento se convierte en matrona puertorriqueña. La geografía boricua adquiere una nueva dimensión,
el gran mapa por el cual se camina se transforma y trastoca tanto en
la geografía como en los nombres de los pueblos que la conforman. Elementos
de nostalgia, precariedad, generaciones de luchadores, tradiciones familiares, tradiciones populares, se interrelacionan dentro de un complicado
ritual a la memoria. Arnaldo Roche,
que desde sus tempranos autorretratos había desarrollado el discurso
personal de lo que es ser puertorriqueño, amplía su visión y comienza
a entrar en la década de los 90 en otras áreas de la historia y socio-política
puertorriqueña, este gran paralelismo cultural.
No le interesa entrar en controversias políticas, su planteamiento
es entender y enfrentarnos a esta dualidad o dicotomía que nos afecta
y ayudar a mostrar el camino de nuestra sobrevivencia.
En sus pinturas señala las principales preocupaciones del fin
de milenio, con un estilo expresionista y utilizando una iconografía
caribeña. Buscando el norte (1993) forma parte de la exploración del colonizado,
la alteridad que nos ha afectado por años. Eclipse
total del sol (1991) muestra el congreso norteamericano y su poder
de eclipsarnos al igual que Padre
dime si me amas (1995) donde
los capitolios de Puerto Rico y Estados Unidos se distinguen en segundo
plano mientras que el padre es transmutado en
un mono que juega indiferente el tradicional juego de la cuerda. En Quinientos años sin una
oreja (1993), se disfraza de Van Gogh
para recordarnos que durante los quinientos años desde nuestro
descubrimiento por los españoles todavía no estamos atentos a lo que
nos es vital. En Imperio de Pantaleón
(1991), se apropia de la imagen
del niño sin brazos de una pintura de José Campeche,
[18]
y la transforma en una especie de macho cabrío, para presentar
a un Puerto Rico, que aunque inválido por su indefinido estatus político,
se siente orgulloso y poderoso. Obras tan desgarradoras como La isla de los miedos (1993),
Refugio de los exilados (1994) y Dime
si estoy listo para un sacrificio cultural (1994), tratan los más candentes temas de nuestra sociedad, el miedo a un
futuro incierto, la terrible invasión de indocumentados dominicanos
que llegan a nuestras playas diariamente y el peligro de una anexión
a los Estados Unidos. Su última exposición titulada, Entre la Vida y
la Muerte, se refiere al gobierno de las tres B instituido en el siglo
XIX para mantener contento al pueblo y evitar la rebelión, Las B se
refieren a Baile, Botella y Baraja, las mismas practicas de nuestro
actual gobierno. Las
dos obras seleccionadas para ésta exposición son una del comienzo de
la década y la otra del pasado año. En You tell me if this is
not an omen (1991), la figura
del artista se entrecruza o transmuta con una especie de dragón mientras
que varias máscaras flotan en las esquinas de la composición. Algo parecido ocurre en El
hombre pulpo (1996-7). En
esta obra, Roche se representa mitad hombre y mitad pulpo. Mientras que el hombre se aferra a una estrella de mar que a su
vez es la estrella de la bandera
puertorriqueña, el pulpo con
sus ocho tentáculos intenta apropiarse de todo el resto de la composición. Mari Matter O’Neill se ha destacado como una gran colorista,
ha trabajado además en teatro, realizado ambientaciones, videos, diseños
gráficos y desarrollado un importante trabajo en computadoras. Posee
su propio periódico en el Internet, el Cuarto del Quenepón
[19]
. En sus pinturas va en búsqueda de los símbolos
de nuestra tierra para entenderlos e internalizarlos. En El Castillo del Morro(1992), principal
punto de defensa en época de la dominación española y hoy máxima atracción
turística, y la serie de Mapas
(1993), escudriña los más recónditos problemas de la sociedad. En otras obras como en Juegos de Poder y Buscando Casa, utiliza la multiplicidad de imágenes
para hablarnos de la multiplicidad cultural puertorriqueña. El pequeño cementerio de Culebra (1992)
es la obra que más la acerca al colorido caribeño y a la defensa de
la ecología, aunque en realidad nos habla del enterramiento de nuestra
cultura. En la serie Paisajes
en fuego (1992-3) aparece el fuego y el agua como elemento purificador.
…. Y su propio retrato como diosa capaz de apaciguar las fuerzas de
la naturaleza/política destructora. Dhara Rivera se establece permanentemente en Puerto
Rico en 1993. Pasa un largo
tiempo realizando bocetos que nunca llegaron a ser obras terminadas
(1985-88). Los tres años en los que se dedica a la introspección
son vitales para su forma de
crear. Rivera trabaja como una
escritora, siente que en su obra va entretejiendo historias que tienen
muchos niveles de interpretación y que a la misma vez son un continuo. Una tras otra, sus obras se van confeccionando como capítulos de una
novela por entregas y cada una se alimenta de la otra. En 1992 muestra en el Museo de Arte e Historia
una serie de libros. Cada libro
realizado en un material diferente; cristal, cerámica, cuero, recoge
elementos de la literatura. Poemas
de César Vallejo, Luis Palés Matos, León Felipe se entrecruzan y dan
un nuevo sentido al objeto libro. No
son libros para la lectura. Estos libros nos hablan del amor y terror
a la palabra y tratan de capturar lo que uno desea contener y dejar
libre lo que se fuga. Para la serie titulada “Soft Columns” (1995), utiliza tamices de tejer en los que aprisiona
telas a las que le dibuja cicatrices.
Cicatrices como escritura, hilando las historias de nuestras
abuelas. Historias que se repiten,
que se construyen y deconstruyen, que hablan de penas, que a la misma
vez le dan sentido a la existencia.
En su serie de ositos, utiliza el suave juguete infantil, y lo
transmuta en un engañoso objeto realizado en cemento.
Lo dulce del recuerdo, se entreteje con lo terrible de la infancia,
lo duro de la vida, lo aterrador del convertirse en adulto.
Los osos de Rivera se multiplican, y son aprisionados por cadenas
que los atan. Para la obra que
se presenta en esta exposición utilizó una serie de probetas encontradas,
las cuales rellena de cemento, destruyendo el original, para convertirlas
en fantasmas de lo que alguna vez fueron.
Los objetos originales, encontrados en un almacén abandonado,
pertenecieron al buque Heráclito y habían sido utilizados para hacer
experimentos a las aguas de los mares del caribe. Luego de haber completado una maestría en Bellas Artes de la Universidad de Yale, Charles
Juhasz-Alvarado, regresa a la
isla a enseñar en la Escuela de Artes Plásticas (1995). De Juhasz-Alvarado se ha
dicho que “El signo más evidente
en su obra parece ser el de la transgresión de los significados y usos
habituales atribuidos a los objetos”
[20]
La obra que se presenta en esta exposición,
Travestoys (1994), fue parte de su proyecto de tesis de maestría.
La pieza, está compuesta de tres elementos que interaccionan
con el público. El esqueleto o réplica de juguete para ensamblar, de un enorme avión
de madera modelo Focke-Wulf alemán, instalado en posición de ataque “camicasi.”
[21]
Una serie de imágenes impresas sobre papel,
que se le entregan al público, con
propuestas de diversos disfraces para revestir la estructura. Amenazado por el avión, una maqueta de Hammond
Hall, edificio que alberga la facultad de escultura de Yale. La réplica del egregio edificio reviste un
nuevo uso, el de un prostíbulo moderno.
Este burdel, según el artista “está
abierto a tantas formas de transacciones de lívido como la fantasía
sea capaz de imaginar.” En
él hay espacios para una clínica/farmacia, un centro de cuidado de niños,
una biblioteca, un gimnasio, un
misterioso “grotto”, varias barras, escenarios, pista de baile, restaurante
con menú afrodisiaco, habitaciones individuales, además de rampas para
impedidos. Las habitaciones del burdel están representadas
por diez gavetas. Cada una
de gavetas ha sido elaborada por un artista puertorriqueño contemporáneo
que Juhasz-Alvarado conicionó
para que infiltraran su obra. En
los últimos dos años ha estado
fascinado con el comején. Las
termitas tropicales, incansables escultores de madera, que trabajan
a escondidas moviéndose a oscuras dentro
de túneles y devorando toda la madera que encuentra a su paso.
A pesar de que se les considera
el enemigo número uno en realidad son necesarias para el ecosistema
tropical ya que solo atacan árboles enfermos.
El comején le ha servido de
metáfora de la imaginativa puertorriqueña.
Como el mismo artista plantea: “Nuestra
cultura continúa desarrollándose intensamente aun bajo la agresiva influencia
de políticas imperialistas de asimilación y homogeneización cultural”.
Actualmente construye una enorme réplica en madera del módulo lunar
del Apollo II. Voluptuosos nidos de comején arropan totalmente la pieza. La cultura
de conquista espacial siendo infiltrada y reconquistada por la termita
tropical. El público tendrá acceso físico al interior de uno de los
nidos. También realiza un enorme avión en madera,
un “jet” privado, que por turbinas tiene congas con bocinas por las
cuales se escucha un pegajoso son caribeño.
Físicamente Juhasz-Alvarado trabaja desde el otro lado, crea
objetos de la cultura del norte y los traviste e infiltra de tal manera
que sus atributos actuales son puramente caribeños. Cuatro mujeres jóvenes realizan profundos estudios
de la puertorriqueñidad y nos los presentan en sus instalaciones y objetos.
Ada Bobonis teje estupendas crisálidas, nudos y racimos, con una enorme carga erótica. Anex Burgos, realiza pequeños mundos, donde
el amor y la tentación son los protagonistas. Ana Rosa Rivera, va en
búsqueda de los detalles arquitectónicos del siglo pasado y las manualidades
de nuestras abuelas y las re-interpreta para adaptarlas a sus instalaciones. La magia y el misterio del pasado se mezclan
en una serie de gavetas que nos hablan de recuerdos de tiempos pasados
y un futuro en continua evolución.
Mientras que Aixa Requena, utiliza la fotografía impresa sobre
enormes telas las cuales interviene y transforma en un sofisticado juego
de significados y significantes. En
Canción festiva para ser llorada, utiliza el título de dos poemas
de Palés Matos, el otro es Burundanga
[22]
Este enorme banderín que intenta resumir cien
años de historia, está lleno de fotografías históricas y algunas de
su niñez. Todas las fotos han sido manipuladas e integradas a una serie
de objetos símbolos de la historia, nuestra bandera, un candado esclavista,
el pasaporte americano y la estatua de la libertad. LOS
QUE SE INCLUYEN Y LOS QUE SE EXCLUYEN
En esta última década Puerto Rico se disputa con Cuba la nacionalidad de tres hijos por nacimiento
cubanos y por adopción puertorriqueños, Felix González Torres, Rosa
Irigoyen y Ernesto Pujol. Los
tres se graduaron en la Universidad de Puerto Rico.
González Torres tuvo una corta pero fructífera carrera,
desgraciadamente murió en 1995 dejando un impresionante legado.
Irigoyen y Pujol examinan su niñez en Cuba, los problemas que
les causó la diáspora y la adaptación cultural a sus nuevos ambientes.
Ambos han creado unos códigos similares. En sus obras, de estilos que
rayan uno en lo clásico y la otra en lo barroco, aparecen las mismas
imágenes: aviones, maletas y palmas. Ernesto Pujol, va primero a su natal Cuba donde rescata
y decodifica la cultura patriarcal machista de la clase blanca oligárquica
hacendada en la cual nació. A su regreso en Puerto Rico, intenta recuperar
los contradictorios recuerdos de su niñez y adolescencia de un país
bi cultural donde para convertirse en macho puertorriqueño se tenía
que jugar a los indios y vaqueros y copiar las hazañas de los programas
americanos que veía en la televisión. Actualmente realiza un estudio para una instalación
sobre la historia de la caña y su importancia para el caribe. Rosa Irigoyen, viene realizando una serie de instalaciones
que tienen que ver con su partida de Cuba en avión. Crea su propio Pasaporte a la memoria y trabaja
con la metáfora del cuento infantil de Pedro Pan, como se le llamó al
movimiento de sacar niños de Cuba. Su última instalación, Tránsito y peaje (1997), dividida en tres, trata de su salida de Cuba
en 1961, visita a Cuba y regreso a Puerto Rico en 1997. En la primera
se destrozan las ilusiones, los recuerdos, se pierde un país, una familia
y hasta sus queridas dormilonas. En la segunda visita a Cuba se confirman
las pérdidas y al regreso, la aduana le incauta los puros cubanos. La
pérdida sufrida, el peaje que se paga. La aduana como el lugar donde
se transita de un estado físico a otro, donde se confirman las pérdidas,
donde se pierden las pertenencias, donde se mueve uno de un estado mental
a otro. Actualmente realiza una serie de Escotillas,(1997). En ellas incluye mapas antiguos, los que trastoca,
reestructura y reviste de un nuevo significante. Los mapas dejan de ser documentos históricos
para enfrentarnos al cambiante mundo de hoy.
Las escotillas que se usan en barcos y aviones para mirar hacia
afuera, son usadas por Irigoyen para la introspección.
Son una mirada al mundo caribeño, a este constante viaje al fluir de un estado a otro. Tenemos también el fenómeno de los artistas puertorriqueños
nacidos y criados en Nueva York, que en los últimos años se han interesado
en mostrar sus obras en la patria de sus padres: José Morales
y Juan Sánchez son los que más exhiben en la Isla. Ambos se inspiran
en la vida cotidiana del Barrio, mezclada con elementos de la iconografía
boricua.
[23]
La obra de ambos examina el bi-culturalismo
en el que se criaron y nos confronta con la brutal vida cotidiana en
el Barrio latino de Nueva York y a la gran nostalgia que sienten por su patria. Los magníficos grabados, dibujos y pinturas de
Juan Sánchez están repletos de símbolos de la cultura cotidiana, todos
con el brillante colorido caribeño que es verdaderamente más intenso
en la nostalgia. Mientras que José Morales retoma imágenes de
la plástica puertorriqueña que por su importancia se convierten también
en símbolos de la puertorriqueñidad, se apropia y deconstruye obras
de tres de los principales artistas puertorriqueños. Las vírgenes de
José Campeche, que eran copiadas de láminas devocionarias, aparecen
en su obra Lámina (1995); los Plátanos Verdes de Francisco Oller, principal pintor
del siglo XIX son radiografiados, reinterpretados y deconstruidos en
El sobreviviente (1994), De una caja y En la brisa (1996). Morales también nos da su interpretación El Velorio (1996), en esta nueva versión
el muerto es la cultura. Se apropia también de El pan nuestro (1907), la obra principal de Ramón Frade un pintor
de principios de siglo. En camino
(1996) le sirve de símbolo a la deconstrucción de nuestra cultura. El tercer grupo de artistas que sufren la “bi-residencialidad”,
son los que han decidido radicar fuera del país, muchos de ellos logrando
destacarse en el difícil mundo del arte. El primero fue Rafi Ferrer (1966), seguido
de Edgard Franceschi (1968), Pepón
Osorio (1974), René Santos (1976),
Diógenes Ballester (1984) y desde hace dos años Anaida Hernández
y Arnaldo Morales. La carrera de Pepón esta última década ha sido vertiginosa.
Estudió sociología y estableció una doble carrera de artista performero
y creador de instalaciones. La exageración de sus diseños y lo abigarrado
de sus superficies tienen hondas raíces en las decoraciones del Barrio
hispano de Nueva York. Sus temas son representaciones de la vida cotidiana
del West Side. Van desde la
escenificación de un crimen de 1993, hasta reproducir una común barbería
del Barrio de 1994. En Badge of Honor (1996) representa los cuartos de un padre que está
en la cárcel y el de su hijo, en ambos existen monitores que permiten
una conversación entre ellos donde se manifiestan sus más hondas penas
anhelos y corajes. Anaida Hernández,
en solo dos años ha logrado la inclusión en importantes eventos y exposiciones.
Actualmente trabaja en una instalación para el New Museum of
Contemporary Arts titulada Moving Violations. Deja de un lado su tema principal que ha sido
la violencia de la mujer, para trabajar un laberinto donde se investigan
los juegos ilegales: el casino, la entrada de indocumentados y los intercambios
culturales. Hacia París partió, en el verano pasado, el fogoso
Heriberto Nieves. Sus dramáticas
y a la misma vez poéticas composiciones están realizadas en los materiales
tradicionales de las construcciones de la arquitectura vernácula puertorriqueña:
madera, zinc y brea. Nieves
entra en un mundo donde mezcla la tecnología, la tradición y la introspección
con una visión muy rica del futuro.
No debemos olvidar a Eliazim Escobar, preso político,
que desde la prisión continúa enviándonos sus pinturas y principalmente
publicando ensayos en una impresionante serie de ediciones norteamericanas que estudian la postmodernidad. La fuerza de su color y de su pensamiento marca
a todo el que lo ve o lo lee. III.
DE CARA AL MILENIO
Los
novísimos
Los artistas que han surgido ya entrada la década,
han sido catalogados por el crítico Manuel Alvarez Lezama como los Novísimos. El grupo más joven graduados, casi todos, de
la Escuela de Artes Plásticas en los últimos
cuatro años, mantiene una gran movilidad. Tienen todos menos de 30 años y nacieron en un Puerto Rico en pleno
crecimiento económico. Arnaldo Morales, uno de los más originales artistas
puertorriqueños actuales, tomó
al país por sorpresa con sus máquinas perversas.
Las dos exhibiciones realizadas en el año y medio de su graduación,
recibieron premio de la Asociación de Críticos de Arte, como la mejor
exposición de escultura, 1995 y la mejor exposición individual, 1996. Estas máquinas superfluas, solo capaces de
hacer horripilantes sonidos, parar los pelos de punta, moverse de un
lado a otro sin llegar a ninguno, escupir agua caliente,
o simplemente mostrar visualmente la electricidad, nos conmueven por su inútil belleza. El tamaño y movimiento de sus máquinas ha crecido
en proporción a la ciudad donde las construye, Nueva York. Ahora inmensas grúas se acercan amenazantes al espectador que cree
va ha ser recogido por una gran palanca y vuelven a su lugar, creando
sensaciones de impotencia entre los que pensaron ser devorados por el
gran monstruo. Las mismas sensaciones
de impotencia que sufren los puertorriqueños ante la nación norteamericana
y su poder en nuestra isla. Ramón Berríos, es
un enamorado de la piedra, material
que ha logrado dominar. Sus
sensuales formas crean un seductor juego con el espectador, que se ve
invitado a participar de ellas y descubrir su misterio. Aaron Salabarias, comenzó una fructífera carrera como
grabador. Mezclaba temas de
la religiosidad con elementos de la vida cotidiana puertorriqueña. Para sus tempranos grabados se apropiaba de
imágenes religiosas, como los sagrados corazones y las últimas cenas, las
transfería a la obra utilizando un engañoso juego romántico de transparencias.
La fuerza de la monocromía pone de manifiesto la brutal realidad
que estos grabados encierran. Al
trasladarse a Nueva York, donde estudió la maestría en artes, su obra
sufre una transformación. Entra en el mundo de las instalaciones, además
de que comienza a añadir color a sus obras. Para su proyecto de graduación utilizó el tema del diluvio universal,
con el que mezcla objetos plásticos que representan la cultura norteamericana. Carlos Rivera vive obsesionado con la criminalidad
que arropa al país. Sus pinturas
e instalaciones muestran horrendos
crímenes, pistolas, diablillos,
puntos de drogas, matones y todo tipo de parafernalia para el crimen. Sus desgarradoras imágenes cobran fuerza con
los intensos colores primarios. Rivera
nos enfrenta a la violenta realidad que se vive en muchas de las calles
de este pseudo paraíso. Edra Soto, la magnífica colorista, actualmente está
estudiando una maestría en el Chicago
Art Institute. Su primera
exposición, a sólo meses de graduarse,
fue un gran éxito comercial.
Luego pasó un año en París como recipiente de la Beca Arana.
Soto tiene una extraña capacidad de crear unas obras de estupendo
colorido, complicado significante y alta ingenuidad. Otro extraordinario colorista es Rabindranat Díaz. Su primera exposición individual le ganó el
premio de mejor primera exposición de la Asociación de Críticos de Arte
de Puerto Rico, 1996. La mayoría
de las obras en esta exposición tenían títulos en bilingüe como LaStress Gracias y Best society of esposas perfectas. Todas sus obras poseen un doble significado para lograrlo recurre
a un sofisticado humor. Sus
graciosas imágenes esconden una mordaz
verdad. Actualmente prepara
su segunda exposición. Guillermo A. Calzadilla es un joven muy intenso y altamente
intelectual que en unión a su compañera, Jeniffer Allora, crean bajo
el nombre de Allora y Calzadilla. Su principal tema es la indiferencia que sufre
nuestra juventud. Este “espectáculo
de la indiferencia” es provocado por el ritmo acelerado de la información
y la tecnología, el consumismo, la violencia en la televisión, la pérdida
de la unión familiar y las comunicaciones. Su deseo: “Ir más allá de la Postmodernidad mediante un ejercicio
estético que prueba los límites de la indiferencia.” Romper los límites
de la indiferencia es su meta. Engañar,
distraer y seducir al espectador ante una obra en la cual no puede permanecer
indiferente, ha sido la ardua tarea trazada.
Para ello cuidadosamente buscan
formas y técnicas dentro del dibujo y la pintura. Con una precisión
casi imposible realizan perfectos dibujos que aparentan ser fotografías,
objetos reales o personas atrapadas en la superficie.
Este engañoso juego, que aunque rápidamente se descubre, mantiene
al espectador debatiendo sobre su verdadero origen, queriendo saber
más, y en ocasiones esperando a que, los objetos
y personas, salgan de su encierro y se conviertan en una realidad virtual
ante nuestros ojos. En sus pinturas
juegan con la neutralidad del
color y la tecnología para crear tibieza capaz de interesar al espectador. Utilizan pinturas de carro para crear superficies
que funcionan como si fueran espejos donde el espectador se ve reflejado
y es obligado a observar su propia indiferencia y reflexionar sobre
ella. En la serie Writing Landscapes (1996-7) mediante el minucioso dibujo de pequeñas
hojas, crean una escritura inteligible. Estas pinturas se convierten en poemas que denuncian la destrucción
del ambiente. Otro de sus temas
es “el melodrama de la carne”. Es
aquí donde el género, la sexualidad y la auto-identificación entran
en el juego. Trae a la vida
carne pintada y la dota de cualidades humanas, estableciendo una relación
entre lo bello, lo grotesco y el consumerismo mediante un espectáculo
travestista.
[24]
La obra presentada en la exposición Dance Floor (1997), representa un grupo
de jóvenes bailando en una discoteca.
El espectador que puede caminar sobre la pista de baile, observa
el espectáculo, como si estuviera en un piso más alto. Esta impresión la logra utilizando la antiquísima técnica del dibujo
en escorzo. Calzadilla siempre
ha dicho “Me parece que es más fácil encontrar un medio nuevo que encontrar
nuevos usos para uno viejo. La
sutileza del dibujo, la claridad de las figuras, el realismo de sus
posiciones y las sombras de las figuras, confunden y a la misma vez
convierten el espectáculo en uno real.
Pero nos preguntamos, ¿Qué es real? Nada lo es. ¿Qué es irreal? Nada!, todo parece real. Esta
obra abre la posibilidad a la meditación sobre nuestro tiempo, nos induce a la reflexión y a concentrar en
la manera que reaccionamos a la información. Freddie Mercado, es a primera vista el gran travestista
de los artistas seleccionados para esta exposición. Mediante el uso de paños, encajes y extravagantes vestidos, Mercado, transforma su propio cuerpo en una obra de arte viviente.
Continuamente los residentes del Viejo San Juan esperamos verlo
llegar a las aperturas de exhibiciones y demás actos culturales,
para admirar su singular vestimenta de Menina o dama victoriana
caribeña. Sin embargo el no se siente travestista,
su transformación y vestimenta responden más a su filosofía de
vida, a una necesidad interna de dejar su verdadero yo andrógino expresarse
y de transgredir los parámetros tradicionales de vestimenta.
Siempre se supo diferente, siempre se supo único y lo es.
Luego de una búsqueda interna dejó que su ser andrógino se manifestara
con toda la agudeza e ingeniosidad de la que es capaz. El proceso de transformación se hace con extremo
cuidado, en ocasiones puede tomarle tanto que termina sobre las dos
de la madrugada y a esa hora comienza a desvestirse, con la egoísta sensación de saber que su nueva creación fue solo
disfrutada por él. Cuando logra
tener lista la obra y salir a la calle a tiempo, hace su entrada como
diosa caribeña barroca, e impone con su formidable presencia. Nunca
pasa desapercibido. Integra maravillosamente su dual personalidad
propia y nos hace pensar en la dualidad cultural colectiva. Sus dibujos preparatorios y osados diseños
nos muestran la seriedad de su planteamiento a la misma vez que
nos muestra su atinado uso de colores. Crea unas muñecas llenas de prendas, encajes y vestimentas tan fantásticas como las
propias. Para la apertura de
la presente exhibición preparó un performance
titulado Coco barroco. Se inspiró en la extravagancia, lujo y frivolidad
del siglo XVIII y la majestuosidad de la presencia caribeña.
Utilizando una mezcla de música caribeña y barroca, se va transformando
por medio de cambios en los paños, encajes y prendas utilizadas. Para la foto que le tomaron en el Yunque,
Freddie Mercado utilizó, cual si fuera un espejo, una hoja de yagrumo. Es significativo el uso de esta hoja, única
en el mundo en tener dos colores, por
un lado es plateada y el otro cuando está en el árbol es verde y al
secarse marrón. La dualidad
del yagrumo ha sido comparada con la ambigüedad cultural puertorriqueña. En esta fotografía, tiene un importante significado,
en ella Mercado se convierte en reflejo de la dualidad que nos
ha llevado de la búsqueda de la identidad al travestismo.
[1]
Deseo agradecer a Lolita González Quilan que fue
la primera persona que me habló del travestismo como una solución para
la supervivencia. Agradezco
también a Marimar Benítez, Antonio Martorell y a Rubén Ríos Avila por
sus aportaciones y correcciones al texto.
[2]
Consigna política acuñada por el Partido Popular
Democrático. Surge de un intento
de evitar la anexión a los Estados Unidos lo que eliminaría nuestras
participaciones olímpicas.
[3]
Traba, Marta. Propuesta polémica sobre arte puertorriqueño.
San Juan: Ediciones Librería Internacional, 1971. P
11
[4]
Lucie-Smith, Edward. Latin American
Art of the 20th Century. Londres: Thames & Hudson,
1993. P. 8.
[5]
Spanglish, palabras mezcladas del inglés y el español,
principalmente inventadas por los puertorriqueños que viven en Nueva
York y que se infiltraron en Puerto Rico durante los 70 cuando los hijos
de estos inmigrantes empezaran a regresar a la isla en busca de sus
raíces.
[6]
Este fenómeno lo ha venido recogiendo la literatura.
En su última colección de ensayos No llores por nosotros Puerto
Rico, Luis Rafael Sánchez incluye, siempre en itálicas, palabras,
frases, oraciones y hasta títulos en inglés.
Por otra parte Rosario Ferré escribe su última novela, The
House in the lagoon, totalmente en inglés.
[7]
El 16 de junio de 1983 un grupo de militantes de
la cultura tocaron las campanas de la Iglesia San José y celebraron
la destitución de la directora del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Desde ese momento al día de hoy se han nombrado
cinco personas a este puesto.
[8]
Todas estas agrupaciones fueron capitaneadas por
nuestros mejores artistas, Myrna
Báez, Antonio Torres Martinó, la EAG,
Luis Hernández Cruz, organizó varias exposiciones de los abstractos,
Pablo Rubio asumió la presidencia de los escultores y
un nutrido grupo de mujeres comenzó la labor de organizarse.
[9]
En enero de 1980 hasta enero del 1988, Haydee Venegas
se convierte en Directora Auxiliar/Curadora
del Museo de Arte de Ponce, en 1982 trae a Marimar Benítez de Curadora
invitada, ambas crean un activo programa de exhibiciones.
[10]
De 1983 al 1989
Maricarmen Ramírez dirige el Museo activando un importante programa
de exhibiciones muchas de ellas viajaron a museo en el exterior.
[11]
La Liga de Estudiantes de Arte bajo la administración
de Delta Picó, y la presidencia de Jorge Rigau entre otros muchos, organizan un activo programa de conciertos
de música contemporánea, exhiben
abren sus salas para instalaciones de Martorell, Dhara Rivera, Antonio
Navia y Charles Juhasz. También
amplían la revista Plástica,
que a principio tubo editores invitados y luego la editó Ruth Vasallo.
[12]
Casa Candina un centro de educación y promoción
de la cerámica fue organizado por Jaime Suarez, Susana Espinosa, Bernardo
Hogan y Tony Hambleton.
[13]
El Museo de Arte Contemporáneo fue un sueño de varios
artistas, galeristas e historiadores que por cuatro años trabajaron
para que al fin se abriera en la Universidad del Sagrado Corazón. Este esfuerzo fue capitaneado y actualmente
lo dirige Miyuca Somoza.
[14]
Este museo es el más joven proyecto del creador
del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Don Ricardo Alegría. Ha obtenido premio de AICA-PR como la institución
cultural del año durante los últimos dos años, por la maravillosa serie
de exhibiciones de maestros latinoamericanos que ha presentado.
[15]
En 1985 la EAP se convierte en un ente autónomo
bajo la dirección de Margarita Fernández, actualmente tiene como rectora
a Marimar Benítez.
[16]
Término acuñado por el crítico de arte Manuel Alvarez
Lezama.
[17]
La guagua aérea se le ha llamado a los aviones que
en la década del 50 transportaron a miles de trabajadores puertorriqueños
a Nueva York en búsqueda de una mejor vida y que en los 70 comenzó a
traer muchos de ellos y o a sus hijos que vinieron en búsqueda de sus
raíces. Gracias a la ciudadanía americana el puertorriqueño
ha tenido una gran movilidad.
[18]
El niño Pantaleón
Avilés (1808), una de las últimas pinturas de José Campeche (1751-1809),
muestra a un niño que nació sin brazos.
[19]
Quenepa es una fruta tropical.
La dirección del Internet el “http: cuarto.quenepon.org”
[20]
Texto que acompaña un escrito inédito de Santiago
Flores
[21]
La pocisión del avión es incosnistente con las posibilidades
reales de maniobra del avión alemán.
[22]
Burundanga, palabra de extracción africana que
significa un gran lio o embrollo.
[23]
Borinquén era el nombre que le daban los indios a
la isla de Puerto Rico [24] Basa esta teoría en una cita del libro Seduction de Jean Baudrilliard , St. Martin’s Press: New York, 1990: “la habilidad de la carne para interpretar dos personajes al mismo tiempo sin ofrecer una identidad sexual biológica, para entonces ofrecer teatro y maquillaje con la obra en sí misma”. |
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