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Paraíso |
Dicen que la ciudad de Nueva York (donde descubrí que era
“blanco” Dominicano Tenía
13 años cuando viajé a New York por primera
vez. Visitaba Queens con mi primo cuando,
al pasar por Nacido
en 1952 en República Dominicana, Polibio Díaz vive y trabaja en su país. Realizó
estudios de fotografía en Su producción artística ha sido exhibida en países de América, Europa
y Asia, teniendo destacadas participaciones
en las Bienales del Caribe, Entre los grandes eventos en que su obra se ha expuesto está el Infinite Island: Contemporary Caribbean Art, en el Brooklyn Museum,
Nueva York (2007); Arte
Nuevo InteractivA 07, Bienal de Su serie fotográfica Interiores, ganadora
de La
dominicanidad Mi arte
está orientada hacia mis compañeros dominicanos,
para que nos reconozcamos y nos aceptemos
como somos: La maravillosa y compleja mezcla
de varias civilizaciones con sus distintas
tonalidades de color reflejadas y proyectadas
en la complejidad de nuestra piel y nuestra
cultura.
[3]
Haciendo de la negritud y el mulataje las bases de mi trabajo,
y cuestionando los estereotipos artísticos
greco-latinos en los cuales pretendemos
basar nuestro concepto de belleza.
[4]
Sus obras reflejan este ser nacionalizado bajo una misma
bandera, desde la diversidad de otros tipos
sociales, muchas veces ocultados por una
imagen turística, pero que subsisten en
la piel del pueblo. Las visiones más heterodoxas
de su condición de persona, son asimiladas
y manifestadas al destacar en un primer
plano la condición de ser otro, que él torna
entonces en protagonista. El otro es norma,
el ser tercermundista, el vivir en una isla,
a su vez dividida, que genera otro tipo
de otredad. La visión de alguien más que
está en el mismo lugar, marginalizado, y
a su vez marginaliza. Es un juego en el
que se dinamita la noción de una integridad
nacional, de una totalidad, para asumir
una fragmentación de la cultura en un cúmulo
de saberes y experiencias diversas, que
todas en un conjunto reflejan un concepto
madre: el ser dominicano. La serie Interiores refleja, desde la sala misma de las casas –dígase la intimidad del pueblo,
de las personas–, todas las formas de adornar
sus vidas, de darle luz, riqueza o aires
de abundancia, en un medio que refleja a
todas luces escasez, humildad o pobreza.
Exaspera en estas imágenes toda la cultura
kitsch al maximizar repeticiones fragmentadas
de partes de la casa, en una aparente visión
de gran angular fotográfico. Otras de sus series, Desnudos sorprendidos, presenta la subversión abierta de la imagen del
sex symbol caribeño –el negro y el mulato– al exponerlo con una imagen de franca
homosexualidad, según quien la observa.
La ironía de descubrir algo que estaba oculto
se muestra muy coherentemente desde la idea
de la sorpresa, apuntada en el título. El entorno ambiental también es tratado por Polibio desde
la preocupación por su depauperación, como
refleja la serie Áreas (des)protegidas, en la cual todo el tránsito común
de la vida se muestra insensible ante las
transformaciones que manifiesta el abandono
y el maltrato de las playas, costas, y ríos. Estamos pues, ante un creador que fondea los dramas de su
nación con la mirada asombrada –no ingenua–
de un niño que encuentra en cada cosa motivos
de diálogo con los conceptos claves de su
cultura y del ser humano, captados a través
de su cámara, que ya no es ojo único, sino
múltiple en el calidoscopio de sus montajes
fotográficos. Dominican York En mi trabajo creo una analogía entre
el Primer y Tercer mundo, La serie fotográfica en cuestión es, dentro de la producción de Polibio,
un caso excepcional, pues a diferencia de
los interiores y los exteriores de su país
natal, sale a buscar las vivencias de los
que residen como dominicanos en Estado Unidos:
aquellos que cargan con su cultura, para
reproducirla o suplantarla en otro espacio
que es distinto. La búsqueda de qué permanece
de dominicano en estos individuos con una
vida escindida en un antes y un después,
y de sus hijos que heredan ese antes en
la sangre y no en la experiencia personal.
El contrapunteo más impresionante de esta serie, es el de los
espacios, inmersos uno dentro de otros,
como tiempos superpuestos que encarnan realidades
simultáneas. Se muestra una forma de vida
eminentemente dominicana, en un Nueva York
ajeno a todo el recargamiento isleño, que
tan cercano se nos hace a los cubanos. El
replantearse una forma distinta de vivir,
un reacomodo, comparado constantemente a
lo que se esperaba alcanzar, manifestado
en las imágenes de los locales o los posters,
es también parte importante de lo que este
conjunto fotográfico revela. Un presente
fragmentado, caótico, lleno de esperanzas
materializadas a medias. El ser inmigrante
de clase baja en un espacio en el cual el
sobrevivir obliga a reconcentrarse en “guetos”
que intentan ser un soporte ante la posibilidad
de verse solo en un espacio hostil. Esta
ayuda se encuentra en un coterráneo, que
muchas veces solo se nos muestra amistoso
o familiar una vez fuera, donde las divisiones
internas ya no importan, porque todos pasan
a ser los otros, los foráneos. Fotografías como Paradise que tienen su contrapartida en
otra del mismo título pero en español Paraíso,
reflejan, desde una contraposición de planos
superiores e inferiores, cotidianidades
distintas que coexisten en un mismo espacio.
Un mundo al derecho y otro invertido, en
el que por momentos se muestran la realidad
del foráneo, y por momentos la realidad
del autóctono. Este recurso de contraponer
planos superiores e inferiores es muy utilizado
en esta serie, sobre todo en espacios abiertos,
creando una visión casi surrealista de un
paisaje norteamericano. Fotos como Otras imágenes, establecen un diálogo interno muy fuerte, a partir del
montaje simple y descarnado sobre las condiciones
de vida del dominicano en estos espacios
y sus conflictos personales, que reflejan
a la vez los dramas que enfrentan en su
mayoría, estas personas, una vez en Sus fotografías, al ser aparentemente tan comunes, no cuentan con un
estudio de iluminación ni de grandes planos
impactantes, solo con una composición posterior
en Photoshop, que el autor no realiza directamente,
sino que encarga, y que parece tener tanta
prisa que deja las costuras en el montaje;
crean una fuerte sensación de realidad,
de ahí el impacto que poseen, amplificado
por la escala en que están impresas. Son
imágenes tomadas aparentemente por un turista
cualquiera, que establecen un diálogo intenso
en su concentración al terminarse. Este
sentido de realidad choca de tal forma que
te impide pensar en elementos estéticos
a primera vista, para concentrarte solo
en la historia que narran esos montajes,
en el conflicto de sus personajes. Inmersos
en una vorágine de situaciones que se mueven
desde la alegría aparente en los colores
de los juguetes, posters, tiendas y bachatas, hasta el gris
desespero de algún personaje hipnotizado
en su venta de mercancías, atento a la casa
de empeños, hablando con su padre dejado
en Dominicana, o limpiando los baños del
museo. El abanico de situaciones que plasma Polibio
en esta serie –al mismo tiempo que muestra
a sus propios coterráneos la cara oscura
de esta migración, las condiciones de vida
de aquellos que se van, y las reales diferencias
entre lo que se añora y lo que se alcanza–,
muestra una Norteamérica no tan receptiva
a los foráneos, una realidad que está bastante
lejos de ser el American
Way of Live. En fin, el anhelo que una
vez estando en ese país sigue siendo lejano,
en otra tierra que no parece pertenecer
a los dominicanos, una manzana que por el
otro lado nos muestra magulladuras y podredumbre. [1] Declaraciones del artista sobre su obra Dominican York.
[2]
Tomado de http://www.polibiodiaz.com
[3]
Ibídem.
[4]
Ibídem. [5] Ibídem.
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