La Feria de Arte Frieze: arte conceptual en el mercado

IGNACIO VLEMING
Lic. Historia del Arte y Comunicaciones


Henrik Hakansson - Sin título-pájaro - 2005 (fragmento)

 

El arte, afortunadamente es un mercado, y si divinizamos al primero es porque, antes y sobre todo, hemos divinizado al segundo.
Régis Debray

Del 21 al 24 de octubre se celebró la tercera edición de la feria de arte contemporáneo Frieze. Ciento sesenta galerías de casi todo el mundo exponen sus propuestas creativas en el pintoresco Regent’s Park de Londres. Un paisaje de Constable situado en el corazón de la metrópoli. El Land art ya era una práctica común entre los jardineros ingleses del siglo XVIII. La vanguardia, finalmente académica, no tendría mejor sede. 

Junto a la entrada del recinto, un antiguo Diorama, más abajo, la casa de Sherlock Holmes, en el mismo parque del Zoo. Pero Frieze no va a romper la atmósfera decimonónica del barrio. La feria es, un siglo después, un tipo de Exposición Universal. En lugar del Cristal Palace entramos en un edificio del último arquitecto en boga, David Adjaye. Los techos también son transparentes, pero en vez de hierro y de vidrio, los materiales son propios de la era del reciclaje. Reciclaje, reconfiguración y reconstrucción es el título de su libro. Tal vez el siglo XXI no se enorgullezca tanto de los descubrimientos de la industria, como las grandes Exposiciones Universales, pero al menos sí pretende darnos una lección de buena ciudadanía. 

Ferias y Bienales 

La diferencia entre un museo y un bazar la tenemos clara. Pero pasear por el British Museum no es tan distinto de ir al mercado de Camden en el periplo del turista. Da igual comprar una taza con el dibujo de un friso persa, encontrado en la tienda del museo, o unos vasos op art en el rastro de Londres. Hoy en día acontecimientos culturales y comerciales van necesariamente de la mano. 

Distinguir ferias de arte contemporáneo y bienales, es cada vez más difícil. Siempre hay muchos entendidos, muchos galeristas y muchos artistas. El público acude igualmente en masa y los tickets para acceder al evento parecen las entradas de un concierto de rock. 

Diríamos que las bienales son más discretas, aunque los artistas que participen en ellas venden sus trabajos en prestigiosas galerías. Las ferias en cambio muestran sin escrúpulo el precio de las obras, aunque las acompañan con conferencias de alto tono intelectual y con creaciones específicas para la ocasión.  

Los organizadores de las bienales de arte observan lo que ha cristalizado en las ferias, trazan un plan y presentan al mundo las nuevas tendencias. El mercado tiene una mayor capacidad de renovación que la Estética. Lo que el teórico del arte tarda en aceptar, el galerista solo tiene que ponerle un precio.  

Mercado e Información 

 Esta relación entre ferias y bienales se mantiene gracias a la información sobre arte. El mercado puede solucionarse con la siguiente ecuación: mientras más conocido es un artista, más cotizan sus obras y mayor es su reconocimiento institucional.  

 El arte es un producto de lujo. No nos engañemos. Se caracteriza por ser innecesario. Podríamos vivir sin los museos, no sin las factorías de la alimentación. Por esto, si la industria de la cultura quiere sobrevivir tiene que convertir determinadas manifestaciones artísticas en necesarias para sus consumidores. La información cumple la función del encantamiento, capaz de dotar de un aura a los artistas, a los productos, a los planteamientos. La crítica de arte nació con los salones de pintura en el siglo XVIII, cuando una nueva clase se interesó por el coleccionismo. La burguesía hizo público el gusto y, por consiguiente, determinó unos parámetros de calidad. Era la única forma de objetivar el mercado. La galería Juana de Aizpuru, una de las pocas españolas que acude a la feria, explica que la información es imprescindible para el coleccionista, si este quiere seguir una línea coherente.  

Desde entonces, información y arte han ido siempre de la mano. Una obra no es solo lo que podemos ver, sino también lo que sobre ella se ha dicho. El caso de Frieze es el ejemplo palmario de esta relación. Frieze es una revista cultural fundada por el editor Matthew Stotover y la publicista Amanda Sharp hace 12 años. Tan solo desde 2003 organiza una feria de arte contemporáneo. La transformación de la empresa, de sus objetivos y expectativas era inevitable. De un modo natural, se ha pasado de informar sobre las exposiciones de las galerías de Londres a ofrecerles un escaparate internacional. 

Centros y periferias 

¿Pero quienes están en el mercado? Aún nos queda por conocer el sentido de la información. Frieze, como otras ferias y bienales internacionales, aspira a la universalidad, a ser la muestra de todo lo que ocurre en el mundo del arte. Incluso podría pensarse que las ferias prescinden de un discurso para que todo quepa. Pero sabemos que ser oferta en un mercado tan limitado como el del arte exige crear una demanda. A Frieze solo acuden galerías cuyo peso internacional ha sido considerado por el comité de la feria.  

Alain Quémin en un estudio titulado El papel de los países prescriptores en el mercado y en el mundo del arte contemporáneo, [1] explica que todos hemos asumido una aparente mundialización de la cultura. Como si hablar de estilos nacionales careciera de sentido hoy. Por ejemplo, Juana de Aizpuru nos dice “Ahora los artistas son mucho más individualistas, ya que viajan constantemente, tienen un gran desarraigo y consideran que el mundo es su patria. Es difícil que con estas características de forma de vivir surjan movimientos transcendentales”.  

Quémin tiene en cuenta la nacionalidad de los artistas mas alabados por los expertos, coleccionados en los museos, y presentes en las galerías que controlan el mercado internacional. La revista de arte alemana Capital publica todos los años una lista con los nombres más influyentes. Las nacionalidades mayoritarias son en el siguiente orden: EEUU, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y Suiza. Después, muy de lejos, vendrían los asiáticos y los latinos, y extrañamente los africanos. También prueba que los artistas de otros países que triunfan en el panorama internacional suelen vivir en los centros del poder económico: Nueva York, Londres o Paris, y que, raramente, pasan al estrellato desde sus ciudades de origen. Uno de los artistas latinos con más éxito internacional, Carlos Amorales, que es presente en la galería mexicana Kurimanzutto en Frieze, vive entre el DF y Ámsterdam. 

 La galería Pepe Cobo, que también acude a Frieze, señala que es una feria situada en un lugar estratégico. La importancia financiera de Londres, hace que sea un centro del coleccionismo internacional.  

 No hay que escandalizarse. Siempre ha sido así. ¿No fue la vanguardia histórica una fiesta en las cafeterías de Montmatre? Quémin únicamente reflexiona sobra el falso cosmopolitismo de las ferias de arte internacional. Un poco como las Exposiciones Universales del siglo XIX. No puede caber todo en Regent’s Park.  

Sabemos que lo mejor de nuestro tiempo aún esta por descubrirse. No quiero decir que los artistas que acuden a Frieze no sean interesantes, sino que responden a un corte muy específico. El mercado del arte hace una criba a gran escala de la producción artística. Pero hay mucho arte todavía invisible, que no forma parte de la información artística. “Los otros” –que en cierto modo somos también nosotros, españoles, mexicanos… como si la cultura latina fuera un satélite de la anglosajona–, debemos pensar seriamente en esta situación. En cualquier caso, podemos estar contentos de que ciertas galerías españolas (Juana de Aizpuru y Pepe Cobo) y mexicanas (Kurimanzutto y Enrique Guerrero) participen en Frieze y de que en nuestros países se celebren ferias de carácter internacional. Teniendo en cuenta que la mayoría de las galerías españolas y mexicanas no están atentas del mercado exterior.   

Lo exhibible y lo exhibido 

La información que mayormente manejamos está siempre orientada. Con esto no ponemos en duda la independencia de Frieze. Muchos artistas no son percibidos. Aquello que no se promociona, no se puede vender, y solo se promociona lo que es demandado.  

¿A qué nos referimos al considerar que ciertas obras son exhibibles mientras que otras no lo son? Cuando Duchamp colocó su orinal y lo llamó fuente demostró que todo, hasta el propio concepto podía ser exhibible. Luego cuando los museos más prestigiosos ansiaron tener dentro de su colección este objeto, se comprobó que también era vendible. Aun así, hay obras que no se exhiben. El hecho de que exista un margen en los espacios expositivos después de la revolución duchampiana, demuestra que hay una serie de preferencias, de modas, de valores contemporáneos que excluyen determinadas obras de arte. Aunque parezca caber todo, no todo cabe. Hay una norma (sería muy radical hablar de un canon). Es dudoso que las revistas de arte nos hayan convencido de ello. Pero si bien parece que se elude cualquier discurso, que se busca el universalismo, al analizar el trabajo de los artistas que Frieze ha invitado, descubrimos casi un planteamiento estético en la elección. No obstante, ha sido comisionada por Polly Staple, reconocida por su sensibilidad hacia los creadores y su trabajo en Cubbit Gallery, un espacio dirigido por los propios artistas. 

Asistimos a una conceptualización de toda forma. No vale ya la expresión pura. Si ésta se diera, debería ser explicada con el discurso. La palabra de los críticos y de los curadores puede justificar cualquier manifestación. Lo que en un principio era una exigencia del mercado, del coleccionista y del marchante que necesitaban valorar el trabajo del artista, se ha convertido en la misma obra. El arte de hoy es el de la enunciación, casi un trabajo lingüístico, teórico, en vez de plástico. Por ejemplo, Ian Wilson, uno de los artistas que acude a Frieze, mantiene discusiones con los espectadores sobre temas filosóficos que, según explica, al no ser registradas en ningún soporte, adquieren connotaciones míticas. Su trabajo tiene más que ver con Sócrates que con Fidias.   

¿Dónde están los pintores entre los artistas invitados a Frieze? Hay, curiosamente, un dibujante, Donald Urquhart. Desde siempre la línea ha sido el más conceptual de los recursos del pintor. Podríamos hablar de una desmaterialización de la obra de arte, de una progresiva desaparición de los soportes. Tal es el caso de artistas como Andrea Zittel, quien diseña muebles personalizados. Finalmente su creación no es tanto el objeto en si, como el tipo de habitabilidad propuesta. A Frieze lleva un grupo de excursionistas californianos para que acampen en Regent’s Park y muestren su forma de vida sana. Una idea, por cierto, muy victoriana: el campo frente a la ciudad. Como si fuera uno de esos paisajistas de la América virgen, que tanta curiosidad despertaron hace doscientos años. Sólo que en vez de pintar el Cañón del Colorado, nos invita a vivir en él.  

Así como no hay pintores entre los artistas invitados a Frieze, destaca en cambio la presencia de escultores. Parece que la escultura sí resiste a esta conceptualización de la forma. Tal vez porque está más cerca de la instalación y de la arquitectura, porque tiene cierta teatralidad –se transforma con la luz, su ínter-acción con el espacio–. El trabajo de  Michael Beutler consiste en la construcción de estructuras con materiales innobles, perfectamente adaptables al lugar, que se extienden orgánicamente por el territorio, como un vegetal. Tiene algo de matérico, es cierto. Pero la explicación de su trabajo es fundamental para que algunas de estas estructuras no acaben en la basura; como recientemente le ha ocurrido a una de sus obras instaladas en la vía publica, confundida por unos barrenderos. La sofisticada interpretación que han elaborado los críticos, está en sintonía con la arquitectura efímera, los invernaderos, y el gótico. Sus esculturas podrían verse como una reflexión sobre la fabricación en cadena. 

Forma y concepto 

Pero el cuerpo del arte parece estar desprestigiado. Esto es lo que no se dice pero todos intuimos. No vamos a reivindicar ahora a los pintores. A lo mejor ha muerto la pintura, o el arte. O estamos ante otra cosa que no sabemos como llamar, y que es maravillosa también, aunque no tenga nada que ver con lo que hasta ahora conocíamos. De todas maneras no se ve ninguna revolución cultural en el horizonte. Desde los sesenta el arte conceptual ha ido paulatinamente tomando posiciones, como los grandes cambios, y ahora no hay posibilidad de retroceso. Pero no nos olvidemos de que hay otro arte, no exhibible, que no llega a las ferias, o que llega como arte proscrito, como arte menor, de consumo…y que solo se ve en los rincones de las bienales. Rogers Debray apunta que cuando más le repugna a una cultura el cuerpo se hace más abstracta. [2] Esto es lo que esta pasando con nuestro mundo globalizado del arte. Todo quiere ser suficientemente universal. ¿Pero dónde queda el individuo? ¿La identidad? ¿El cuerpo?... ¿Dónde queda la humanidad? Los países hispanos que arrastran siglos de una autoconciencia carnal, no pueden desprenderse fácilmente de su cuerpo. La tendencia física de nuestro arte es una herencia que nos impide entrar en ese límpido mundo de los conceptos. Tal vez por esto sólo hay unos pocos artistas latinos en las ferias de arte contemporáneo como Frieze.   

Y es necesario hablar del arte conceptual. Su peso es cada vez mayor. Para ver que nos traen los nuevos talentos, podemos asistir a la exhibición de fin de curso del prestigioso Central St. Martins College of Art & Design, también en Londres. ¿Qué encontramos? Video, instalación, investigaciones más o menos presentadas en los muros de la sala…no vamos a ser demasiado duros, están aprendiendo. Lo mejor de la escuela siguen siendo los graffitis dejados en los baños. Pero todo bajo discursos complejísimos, casi siempre autoreferenciales, llenos de citas explícitas, y con poquísima atención a la forma. Como si las palabras bastaran para colgar una foto desenfocada en la pared. Se puede, ¿por qué no? ¿Nos interesa? Depende. Los jóvenes artistas imitan a aquellos que ya están en la cresta de la ola.  

 Por ejemplo Henrik Hakansson, ha decidido para esta edición de Frieze llevar un pájaro a la Royal Academy of Music, donde grabará su canto y el aliento de los espectadores. La idea es de un lirismo ensordecedor. Esa pobre criatura de la naturaleza dentro de la sofisticada sala de conciertos. ¿Pero era necesario hacerlo? o ¿hubiera bastado con leerlo en Frieze?  

La feria arte como atracción de feria 

Los museos están empeñados en exhibir proyectos fílmicos. La imagen en movimiento tiene fascinadas a las artes plásticas. ¿Cómo se puede estar en la vanguardia sin introducir el video? Las ferias tienen miedo de perder esta baza. El cine se expone, como si de un cuadro se tratara. Se diría que el tiempo de los museos ha entrado en crisis. El audiovisual conquista las salas de exposiciones. Pero la gramática fílmica y la museográfica son enormemente distintas.  

Entre los proyectos de Frieze están las películas de los artistas. Advertencia: no es lo mismo ver estas imágenes sentados en la butaca de una sala de cine, que en la sala de la feria. Y tienen razón, son experiencias absolutamente distintas, pero tampoco es igual contemplar un volumen o un plano quieto, con unas imágenes que se desenvuelven libres. El tiempo de la mirada que lo decide uno en las artes plásticas, se impone solo en el audiovisual.  

En todo caso las ferias de arte contemporáneo demuestran una gran valentía al apostar por el video. No hay que dejar escapar esta oportunidad. También se pasó de la era de las catedrales a la de los palacios. Y Frieze sabe que va a ocurrir. Esta edición ha invitado por primera vez a tres artistas a realizar un video: Roger Hiorns, Donald Urquhart y Cathy Wilkies. Al igual que hace cien años en las se proyectaban en los barracones de feria las primeras películas, ahora son las ferias más culturales las que nos proponen las últimas. Casi como si el Diorama que se encuentra a la puerta de Regent’s Park hubiera sido restaurado.  

Y las ferias y los muesos están también empeñados en introducir la performance. Lo que en un principio comenzó como una practica radical y antimuseológica, hoy es el mayor reclamo de Frieze. Cuatro de los proyectos patrocinados por la feria son acciones. Martha Rosler lleva a los espectadores por las salas de servicios de la feria: los baños, la cafetería, etc.…en un acto de solidaridad social, frente a los precios inauditos de las obras de arte, su proyecto está lleno de humildad, pero se queda en un símbolo poco original. El caso de Matthieu Laurette es más gamberro. Sus acciones rebasan la propia especialidad del museo o del escenario. Pueden consistir en un show televisivo o en una subasta. En Frieze, Matthieu Laurette hace que un equipo de diseñadores opinen sobre la vestimenta de los visitantes. Tal vez alguno, que se consideraba muy elegante, salga ofendido. No sabemos si es esta la mejor forma de vender arte. Hay que reconocer que Frieze se arriesga a que le salga el tiro por la culata. Otra acción es la de Jay Chung & Takeki Maeda, quienes hacen un recorrido sin información, una antivisita. Los gestos dadaístas ya no sorprenden a nadie. Esperamos que aquellos que se animen a seguirlos no se aburran. Por otro lado el ya clásico Richard Wenworth quiere dar a conocer sus ideas sobre la feria en una publicación repartida por el metro de Londres.  

Las ferias de arte se parecen cada vez más a los parques de atracciones. Lo que estos intentan tener de sublimes, lo tienen las ferias de ociosas. La desfachatez se cotiza hoy a precio de oro. La irreverencia garantiza el éxito siempre y cuando no atente contra los pilares básicos del negocio. ¿Qué pasaría si uno de estos artistas decidiera regalar su obra?, o más aun, ¿si decidiera dar dinero para que alguien la adquiriera? Así como cualquier transgresión estética hoy es aplaudida, el mercado solo puede ser cuestionado en un sentido. Ahora bien, Frieze no lo ignora. Si atendemos a las conferencias que organizó el año pasado, encontramos una con el siguiente título ¿Dónde esta la aventura? ¿Qué es cultura?, en la que se preguntaba sobre las diferencias entre arte y entretenimiento. Algunos de los temas que se tratan este año son la arquitectura del museo, los espacios que le son destinados al arte contemporáneo, las formas de coleccionismo, el arte y la política, y el futuro del arte; entre los ponentes destacan los historiadores del arte Linda Nochlin y Mark Goldfrey, arquitectos como Zaha Haid, pensadores como Jacques Ranciére o críticos como Brian Dillon.  

Instituciones y alternativas 

Pero como siempre, ante la Academia surge la subversión. Nuestro tiempo no es tan original como muchas veces creemos. Simultáneamente, en Regent’s Park se celebra Zoo art fair, formada por las galerías del Este de Londres con menos de cuatro años, que no han tenido sitio en la feria internacional. Entre ellas destacan algunos espacios llevados por artistas y otros como el prestigioso White Cube. Esto nos recuerda al Salón de los Rechazados de Paris. El siglo XIX es siempre una referencia. Ahora, en  lugar de la Academia de Bellas Artes, es Frieze, una revista de arte la que decide. Y aunque seguramente hubo muchos nombres repetidos, hoy todo es muy cordial y las dos ferias trabajan para organizar un gran espectáculo. 

 Debemos preguntarnos que significa ser la alternativa a una feria de arte contemporáneo como Frieze, en la que supuestamente todo cabe.  

Uno de los promotores de Zoo art fair es la Saachty Gallery. En un artículo Matthew Stotover, director de Frieze, nos explica como Saatchi sabe orientar el mercado del arte de una forma sutil. [3] En los noventa consiguió revalorizar el trabajo de artistas casi desconocidos, que había coleccionando los años anteriores, gracias a la organización de la exposición Sensation. Lo que se llamó el realismo neurótico, y que determinó la línea provocadora que hoy todos esperamos del arte británico. Ahora su apuesta se titula El resurgir de la pintura. Tal vez pretenda amortizar su inversión en los artistas que no supo encajar en la exhibición anterior, o crea que dar un giro radical a su colección puede intervenir en el mercado del arte. Como observábamos, teniendo en cuenta los artistas invitados a Frieze, la pintura no es lo que más brilla. Sería muy aventurado decir que la apuesta de Saachty es una alternativa. A lo mejor se trata de la vanguardia, y como ocurría con lo que se presentaba en el Salón de los Rechazados de Paris, de aquí a unos años podamos verlos colgados en todos los museos del mundo. Seguramente no haga falta esperar mucho, hoy estamos ansiosos de una revolución, de una nueva leyenda de la Historia del arte. Aún cuando el conceptual siga asentándose. 

¿Pero es la pintura otra apuesta? Es cierto que en Zoo art fair 2004 hubo muchos pintores como artistas reunidos sin marchante del proyecto The Great Unsigned. Curiosamente, la línea figurativa, el lienzo y el marco, eran muy fuertes. Creo que la revolución no va a llegar por aquí, sencillamente no va a llegar. Porque hoy, como decíamos, el mercado comprende lo nuevo con más facilidad que la teoría del arte, y el problema no está tanto en el interés o en la aceptación estética, sino en la realidad económica. De cualquier modo no deberíamos alarmarnos.


[1] Quemin, Alain. Le rôle des pays prescripteurs sur le marché et dans le monde de l’art contemporain. Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia, 2001.

[2] Debray, Régis. Vida y muerte de la imagen. Paidós, Barcelona, 1994.

[3] Stotover, Matthew. “Young British Art: The Saatchi Decade”. Frieze 47. Jun/Jul/Ago 1999.

 


Michael Beutler- Central avenue - 2005   Donald Urquhart -  L'entre'acte -  2005
     
Henrik Hakansson - Sin título - pájaro - 2005   Jay Chung y Takeki Maeda - The Beatles in my life - 2005